No me fío de los periodistas que todo lo encuentran mal cuando escriben sobre el toreo y sus cosas, porque no se puede ejercer algo que merezca el nombre de periodismo si se carece de la mínima facultad de elogio. En el toreo, como en cualquier otra cosa del mundo que nos rodea, ni todo es tan gloriosamente bueno que merezca solo babosas alabanzas ni tan rematadamente malo que lo haga digno de permanente crítica adversa. Al menos eso me enseñaron a mí los Emilio Romero, Tarín Iglesias, Wifredo Espina, Luis Apostua, Alcántara, Llorens Gomis y hasta aquel Luis Calvo, director de ABC, de cuyo magisterio también tuve ocasión de disfrutar en algunas ocasiones. Eso sin olvidar a Luis María Ansón, que algo sabía y sabe de esto, puesto que todavía vive en su bien ganado sitial de auténtico testigo de la Historia.
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