Las cornadas de Julio Aparicio, Juan José Padilla y Ángel Teruel han sido especialmente crueles y demuestran que el toreo sigue siendo una profesión de alto riesgo. Quizás la más peligrosa del mundo. Sólo comparable a la de echarles de comer a cuerpo limpio a media docena de hambrientos tigres de Bengala enjaulados. Si es que existiera tal cometido. Con independencia de la casta, bravura, fuerza, edad, tamaño y envergadura de cuerna todos los toros llevan la muerte en los pitones. Eso no tiene discusión posible, aunque haya toristas irreductibles que se empeñen en quitarle importancia a todo lo que no se haga con el buey Apis. A los del burro grande ande o no ande, les asiste todo el derecho a opinar así pero no tienen razón. La suerte juega un papel decisivo en que la tragedia no haga acto de presencia cada tarde en el ruedo.
Lea el artículo completo en su revista APLAUSOS
Acceda a la versión completa del contenido
La tragedia siempre acecha
El hierro que perteneció a Francisco Rivera “Paquirri”, con el que el llorado diestro inició…
Se dio la corrida Villista de la Revolución en la plaza de toros “Alberto Balderas”…
La terna, por encima de los toros de Villa Carmela que ayudaron bien poco a…
Los mozos de espada de la Comunidad de Madrid han celebrado este sábado en la…
Pasadas las dos de la tarde, en un frío y escueto comunicado, la Real Maestranza…
Tras su estreno en Sevilla, la Peña Francisco Montes “Paquiro” de Chiclana ha presentado el…