TAL DÍA ESTA SEMANA… 17 DE ABRIL DE 1999
Así toreó Romero aquel 17 de abril de 1999 en Sevilla.Así toreó Romero aquel 17 de abril de 1999 en Sevilla.

La última lección magistral de Curro en la Maestranza

Alfonso Ávila
miércoles 17 de abril de 2024
Aunque el Faraón de Camas aún actuaría en la feria del siguiente año, esta fue su última gran actuación en la capital hispalense

“Lo del sábado en la Maestranza fue el toreo resucitado según San Curro. Perdimos las cuentas de las verónicas al primero sacando al toro hasta la boca de riego, despacio, con naturalidad, como el que camina por el altozano una noche de primavera. Aquello ya era un manicomio de locos divinos envueltos en la aureola de la gracia… y después un quite y después una faena (en Curro no se llama faena, se llama obra). Pues eso, una obra de inigualdad belleza, pero no acabada por el poco gas del toro y el pinchazo final”. De esta forma relataba nuestro compañero Juan Belmonte para Aplausos la que fue la última gran lección del Faraón de Camas en la Maestranza. No fue esa su última tarde en Sevilla, ya que al año siguiente volvería a actuar en la feria, pero sí fue última obra de arte en la capital hispalense.

“Ya nadie quería más, pero Curro venía dispuesto a que al tarro no le quedara ni una gota, y así fue. Las verónicas al cuarto ya no tienen nombre. ¿Sentidas, profundas, cadenciosas…? ¡Yo que sé! Porque después cogió la muletita y toreó con la derecha y con la izquierda y con ayudados y trincherillas y kikiriquíes… En fin, que después le metió la espada como nunca y le cortó dos orejas que entregó al banderillero para no mancharse las manos y dio la vuelta al ruedo con su romero, siempre su romero. Al final, Curro, que se despidió con una media interminable en el toro de Rivera, no quiso salir a hombros y se fue despacio, como su toreo. Cuando se torea bien, después se torea por las calles, se bebe y se disfruta, como él mismo me dijo una vez”.

“Curro Romero, dueño y señor del toreo”, escribía Zabala de la Serna para el diario ABC: “Otra vez se durmieron los brazos del Faraón a la verónica, incansable, hasta los medios… mientras el capote mágico del camero dibujaba lances de ensueño. Romero acabó con el cuadro también con la muleta. Dos naturales se escaparon de este mundo de vulgaridad. La cintura rítmica, flexible, acompañaba los largos viajes. Un ayudado por bajo fue a morir como un cartel de toros a sus pies. Y Romero crecido. Y otra trincherilla que hacía crujir la plaza. La gente se abrazaba, no se lo podía creer. Romero, incombustible y eterno, acabó también con la tarde”.

Espartaco fue pitado injustamente por el púbico ante su inválido primero y salió muy dispuesto en el quinto. Toreó bien de verdad con la capa y echó mano de su magnífico oficio y cuajó faena. El temple de siempre y la ligazón presidieron una labor premiada con las dos orejas. Nada pudo hacer Rivera Ordóñez con el tercero al que mató magistralmente e hizo una buena labor, templada y pausada en el último de la tarde, refrendado con otra buena estocada que le valió la oreja.

La reseña de aquel día fue la siguiente:

Sevilla. Lleno de “No hay billetes” en la novena de abono de la Feria de Abril. Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq, de correcta presentación, blanditos y nobles, siendo ovacionados en el arrastre los tres últimos. Curro Romero, vuelta al ruedo y dos orejas; Juan Antonio Ruiz “Espartaco”, pitos y dos orejas; y Francisco Rivera Ordóñez, ovación con saludos y oreja.

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