BENLLOCH EN LAS PROVINCIAS

Los ganaderos de bravo, en la encrucijada

José Luis Benlloch
domingo 23 de enero de 2022
Ninguneados por la administración y el propio sector, los criadores viven su peor momento; esta temporada van a faltar toros al menos en la abundancia y puesta a punto de los últimos años; si tras la guerra hubo grandes carencias ganaderas, no es descabellado pensar que la salida de esta situación vaya a estar marcada por un rebaje en la presentación del modelo de toro que se había instaurado

Los tiempos son un auténtico ahogo ganadero. Van a faltar toros al menos en la abundancia y puesta a punto de los últimos años a la vez que los ganaderos, en otros tiempos ricos hacendados, se ven condicionados por una economía poco menos que de guerra. La pandemia ha venido a presionar sin consideración un sector que ya se había visto muy debilitado las últimas temporadas y ha obligado a los ganaderos a reducir de manera drástica las vacadas. Y no solo en lo que se refiere a las vacas madre, los tiempos de los mil vientres han pasado a la historia -no hay cuerpo ni cartera que lo aguante, te dicen-, el recorte ha alcanzado también a las camadas de erales y utreros que hubiesen sido los toros de los próximos años, además de haberse sacrificado cantidad ingente de ejemplares que a punto de cumplir los seis años, con todo el costo de producción invertido en ellos, ya no iban a poder lidiarse en la plaza, e incluso cuatreños que por sus hechuras o reata (ascendencia) no eran de la mayor confianza.

Si hubiese que buscar un lado bueno en esa cruda realidad, cuestión harto difícil, habría que decir que ha supuesto una reselección sobre la muy seleccionada ganadería brava siempre y cuando se haya acertado en la elección de las cabezas eliminadas, cuestión que siempre tiene un porcentaje de albur y las equivocaciones son difíciles de remediar además de llevar su tiempo.

Los tiempos de las divisas con mil madres han pasado a la historia

Hay mucho desánimo y poca economía para reconducir la situación y dudosos augurios. Aunque las primeras grandes ferias de la temporada, Valencia, Sevilla y Madrid, van a poder mantener no sin dificultades el nivel de presentación de los años anteriores a la pandemia o eso dicen, a partir del mes de agosto los veedores aseguran que se va a notar una sensible falta de toros como antecedente de lo que sucederá las temporadas siguientes.

Todo ello sucede en un año que climatológicamente en otras circunstancias de mercado se podría considerar bueno para el remate de las corridas, en tanto que ha llovido poco y a los toros de saca les hubiesen tenido que dar pienso que es lo que necesitan en ese tramo de su crianza. “Sí, pero la economía, otra vez la pasta, lo ha enredado todo mucho”, se escucha entre los veedores. Toros puestos hay pocos, te aseguran cuando preguntas, y los que hay son fundamentalmente los cinqueños porque los cuatreños vienen muy atrasados consecuencia de las circunstancias actuales e insisten en que había que tener mucha cartera para darles pienso ante tanta incertidumbre y tan poca consideración general.

MALTRATO GANADERO

Los ganaderos han sido auténticamente maltratados en todos los frentes, tanto en el trato que le dispensa el propio sector como las administraciones, tanto en el campo con tanta burocracia, saneamientos y papeleo, como en la plaza donde no se les escucha ni se les tiene en cuenta en los reconocimientos. Ni siquiera encuentran calor en los medios de comunicación donde existe una tendencia crónica en las secciones críticas a echarle la culpa al toro y disculpar al torero, se quejan.

En esa coyuntura ya nadie duda de que el toro (en realidad los ganaderos de bravo) son los principales damnificados en el mundo taurino. A la reducción de festejos y a su condición de producto perecedero (o se lidia en determinado momento o no tiene otro destino que el matadero a precios irrisorios teniendo en cuenta sus costes de producción) hay que añadir el incremento que han experimentado los precios del pienso y el gasoil en los últimos meses, y la incertidumbre que planea sobre la influencia que el maldito coronavirus pueda tener sobre el desarrollo de la temporada, que sigue siendo una incógnita.

A CORTO PLAZO

Los efectos sobre la temporada que se avecina van a ser distintos entre las divisas postineras demandadas por las figuras, apenas una docena, no más, y el resto que van a vivir muy pendientes de la evolución de la temporada y de la demanda de los pueblos de la Comunidad Valenciana donde els bous al carrer, ahora más que nunca, van a ser tabla de salvación para muchas ganaderías incluidas bastantes de las que no hace tanto lidiaban habitualmente en ferias importantes.

Aunque ha habido alguna divisa de las que más lidiaban en temporadas anteriores que han declinado por no tener corrida, acudir a ferias tan apetecibles como Sevilla y Bilbao en las que eran fijas otros años, las empresas no van a tener grandes problemas en las primeras ferias donde se lidian principalmente las divisas que piden las figuras. Valencia y Sevilla e incluso Madrid, plazas de primera categoría y por tanto con exigencia, han completado los carteles con la normalidad anterior a la pandemia recurriendo a los cinqueños como ya venía siendo práctica habitual. Los veedores han reseñado las corridas que necesitaban para esas primeras ferias, incluso se asegura que con los precios de antes del parón. Los ganaderos, no todos, de ese grupo puntero sabiendo que sus corridas iban a ser demandadas las han cuidado y las tienen, lo que se dice en el argot, puestas, es decir, con los kilos y el ejercicio que les aplican a los toros para que lleguen a la plaza con las condiciones que se exige en la actualidad.

En la Comunidad Valenciana els bous al carrer, ahora más que nunca, van a ser tabla de salvación para muchas ganaderías

Aunque no todo es exactamente como los años de la normalidad. En ganaderías donde reservaban para cada compromiso de esas grandes plazas diez o doce toros, incluso más, pensando en posibles accidentes o bajas, este año se ha reducido mucho.

La situación es complicada, tanto que si tras la guerra civil hubo un tiempo de grandes carencias ganaderas, no es descabellado pensar que la salida de esta situación vaya a estar marcada por un rebaje en la presentación del modelo de toro que se había instaurado los últimos años, uno de los más grandes de la historia.

Explotaciones extensivas pero olvidadas

Crisis, pandemia, desatención… son factores que están llevando a las explotaciones de bravo a situaciones límite, en muchos casos a la desaparición, que más allá del drama económico para sus propietarios, en la mayoría de los casos supone la interrupción de una tradición familiar de siglos y la pérdida de unos tesoros genéticos que en otras especies generaría grandes lamentos y la programación de acciones oficiales que frenasen la sangría y que en este caso brillan por su ausencia a pesar que sus explotaciones entran de pleno en los modelos (una contradicción más) de ganadería extensiva que tanto defienden los principales enemigos políticos de la tauromaquia.

Esta inacción oficial en momentos tan difíciles duele aún más teniendo en cuenta que son muchos los estudios que reconocen la ganadería de bravo como un elemento clave para la fijación de la población rural, en realidad se trata de un dinamizador de la economía rural, cuestión clave en la ayuda a la España vaciada tan cacareada, y lo mucho que contribuyen a la lucha contra el cambio climático en cuanto las dehesas son sumideros de CO2 y fuentes productoras de oxígeno. Argumento que adquiere especial relevancia si se tiene en cuenta que su crianza se extiende por más de doscientas cincuenta mil hectáreas de dehesa definidas por la Unión Europea como sistemas de Alto Valor Natural.

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