Lo advertía la semana pasada y el cáncer del monoencaste se llevó por delante un buen número de tardes anodinas, descafeinadas, insoportables, soporíferas y sumamente dañinas para el ánimo de los clientes que de seguir así van a ser menos cada vez.
Aquí hay dos asignaturas pendientes y urgentes. Una, bajar los precios. Y dos, subir la casta de los toros. Lo primero urge: más vale bajar precios que acumular cementos. Lo segundo es irreversible: o salimos del monoencaste y buscamos (como hacen los franceses) la máxima pluralidad o caemos en el pantano de la rutina.
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