BENLLOCH EN LAS PROVINCIAS
Foto: Sasha GusovFoto: Sasha Gusov

Manzanares y Talavante hicieron magia

José Luis Benlloch
viernes 17 de marzo de 2023
La torera elegancia del alicantino y el misterio del extremeño les abrió la puerta grande; Josemari cortó tres orejas y lanzó la tarde en la que la Valencia taurina recuperó la normalidad

Apoteosis. Dos toreros, dos, por la puerta grande. Manzanares y Talavante. Con motivos, no vayan a creer. Lo bordaron en la sexta del abono fallero. Se puede decir que hicieron magia. Dos estilos, dos sentimientos frente a frente, la elegancia y el misterio; también se puede hablar de la geometría y la luz mediterránea frente al anclaje extremeño, un punto fijo en este caso y que gire el toro, cuanto más despacio mejor (y giraba y giraba el sexto en danza agarrada y sentida); una brisa (alicantina, naturalmente), el aleteo de la muleta dormida sobre la arena en el primer caso, era invitación irresistible a que la persiguiese el toro. Un juego parecía, pulso y naturalidad en los dos casos, qué fácil y qué difícil.

Luego viéndolos salir en volandas por la puerta grande había que pensar necesariamente que Valencia había vuelto a la normalidad. Plaza llena o casi, ambientazo, pasión en los tendidos que necesitaban gozar después de tant de patiment. Eso también se sentía, al primer chispazo la plaza prendía, en realidad desembocaba en una mascletà. Es lo que fue esta afición desde siempre. Las protestas a los toros en cuanto aparecían, no hay que ocultarlo, en unos casos con razón y en otras de oficio, sucumbían de inmediato. Valencia estaba levantada en llamas, sensible al buen toreo, había ido a ver torear y no estaban dispuestos a que nadie (aquellos pitos esporádicos y extraños de por medio) lo impidiese sin que ello significase desprecio al toro, de tal manera que cuando estos se acercaban a los límites admisibles se atufaban y advertían.

Se lidiaron toros de tres ganaderías que en realidad eran dos, Puerto de San Lorenzo y Domingo Hernández, que cumplieron con bastante fidelidad con los tópicos de sus encastes. Manso redomado y de imposible lidia el primero, que se negó a embestir, ni mal ni bien, no embistió, solo huyó; manso a secas el tercero; y manso enclasado el quinto, fue uno de esos parladés que se ganaron el corazón de los toreros, todos ellos atanasiones del Puerto; de los garcigrandes hay que señalar la mucha toreabilidad del segundo de la tarde que, eso sí, pedía precisión en los remates; la invalidez claudicante del cuarto, que le convertía en un imposible; y la categoría del sexto, que le aupó a la nota de excelente.

Artista e inventor

Manzanares en Valencia torea en su casa, eso se siente en las reacciones del público y en la confianza con la que pisa el albero. Ayer, de primeras, ya con el capote, sacó a pasear la virtud del temple, santa palabra en la tauromaquia, aquello que acompasa la velocidad del toro y los engaños, ni ligero ni dormido, hasta reducir los tempos y apaciguar el carácter de los toros. Lo hizo desde la geometría, la colocación exacta, las pausas necesarias para administrar las fuerzas y la voluntad del oponente, no se vaya a crecer ni tampoco a desanimar y desde ese planteamiento su toreo elegante surgió encadenado; enfajado, que es la forma en la que toro y torero forman un cuerpo único, la reunión decían los clásicos; y naturalmente la plaza en cada reunión se convertía en un clamor. Es evidente que Valencia es manzanarista, ayer a la fuerza. Los pases de pecho que cerraban las series se convertían en interminables, por largos y por lentos. Desde aquí hasta allá, sobre todo con la derecha. Solo cuando quería rematar con la zurda surgía el desajuste, así que en la siguiente ocasión un cambio de mano resolvió el problema. Y santa paz o santa Faz en este caso, lucidez lidiadora, ya se sabe que el arte necesita de la técnica que lo sustente aunque no se vea o dicho de otra forma, el arte consiste en que no se vean las aristas de la técnica y es lo que sucedió. Manzanares, especialidad los de pecho habría que rotular en los carteles, los de pecho y la espada, vaya volapié, vaya contundencia, y el pisar la plaza y el llenar el escenario.

Su segunda faena creció prácticamente desde la nada. El atanasión parecía negar cualquier atisbo de emoción, así que el maestro se propuso darle confianza, lo mimó, lo cuidó, le aplicó precisión quirúrgica y de pronto todo comenzó a crecer. Se lo ha inventado dijo un aficionado, lo firmo sin desmerecer lo que traía el toro. Los naturales surgían lentos, se puede decir dormidos, largos, limpios, mientras el torero se despojaba de cualquier crispación y los que se enervaron fueron los aficionados. Faena de mérito. Si se supone que la emoción en el toreo es obra de las dos partes, en este caso el mayor porcentaje lo puso el torero, la torería frente a la nobleza. Y que nadie se queje del reparto, el resultado fue pura fantasía como el cierre final a dos manos, arrebujado, sentido, ganador… y de nuevo la estocada fulminante.

Gran Tala

Se puede decir que Talavante resucitó ayer en Valencia, plaza que le resulta talismán desde aquel debut con el toro de Cuvillo el año de su lanzamiento. Ayer hizo magia junto a su compañero. Había pasado como desmotivado y sin chispa en su primero, pero salió el sexto y emergió el gran Talavante, el hombre capaz de contar el misterio del toreo como pocos, volvió a ser el mejor Tala, derecho, creativo, muy pausado, improvisando, ligando… ¿Dónde estabas este tiempo, Alejandro?… Faena de ensueño y bien rematada de un espadazo.

Castella no tuvo oportunidad alguna, en el primero por manso y en el segundo por inútil, y él siempre necesitó de un toro que le exigiese y que ayer no apareció. La próxima será.

Síguenos

ÚLTIMAS NOTICIAS

Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando