Hoy Albacete despide a una de sus figuras más queridas y respetadas, Juan Cantos “Pimpi de Albacete”, gran picador y propietario de la cuadra de picar que lleva su nombre, un hombre que no solo dejó su huella en el mundo taurino, sino también en los corazones de quienes tuvieron la suerte de conocerlo. Pimpi no era solo un extraordinario picador, sino un símbolo de dedicación, nobleza y amor por su oficio y por su ciudad.
Desde muy joven, Pimpi se entregó con pasión al mundo del toro, convirtiéndose en una referencia en las plazas de Albacete y en otras muchas más allá de nuestra tierra. Su maestría como gran varilarguero, siempre con elegancia y destreza, le ganó el respeto tanto de toreros como de aficionados. Pero lo que realmente lo hacía especial era su capacidad para transmitir esa misma pasión y respeto por el toro bravo en cada aspecto de su vida.
Sería un pecado no mencionar en estas líneas su relación con el maestro Dámaso González, con quien convivió durante 25 temporadas en su cuadrilla, siendo uno de los grandes pilares de su carrera y vida personal. Dámaso y Pimpi formaron un dúo inseparable, una conexión de confianza y amistad que trascendió las barreras del ruedo. Su amor por Dámaso era evidente, sobre todo en la complicidad y el respeto mutuo que se palpaba entre ambos. Hoy, Dámaso y El Pimpi, eternos compañeros en los distintos cosos taurinos, vuelven a encontrarse en el ruedo del cielo, donde los toros embisten con el viento y las estrellas iluminan la arena.
La figura de Pimpi trasciende más allá del ruedo. Era un hombre de principios, que vivió con humildad y cercanía, y que nunca perdió el contacto con sus raíces. Su amor por Albacete era palpable en cada conversación, en cada gesto. Siempre dispuesto a ayudar, a enseñar, a compartir sus conocimientos con aquellos que mostraban interés en aprender. Pimpi no solo fue un maestro en su arte, sino también un maestro en la vida, dejando una impronta imborrable en todos los que lo conocieron.
El cariño que Albacete siente por Pimpi es inmenso y hoy, más que nunca, su ausencia se siente en cada rincón de nuestra ciudad. Pero también es cierto que su legado, su ejemplo y su memoria vivirán por siempre en el corazón de Albacete. Es un día triste, pero también es un día para recordar y celebrar la vida de un hombre que lo dio todo por su pasión y por su ciudad. Descanse en paz.