EN SU CÓRDOBA NATAL

80 años de la muerte de Guerrita

Redacción APLAUSOS
sábado 20 de febrero de 2021

El 21 de febrero de 1941 -este domingo se cumplen ochenta años exactos- falleció en su Córdoba natal Rafael Guerra Bejarano, “Guerrita” en los carteles, la figura más importante de la última década del siglo XIX y una de las más destacadas de toda la historia del toreo.

Nacido el 6 de marzo de 1862, el hijo de José Guerra y Juana Bejarano comenzó a torear en el matadero cordobés en el que trabajaba su padre como portero. Lo hacía a escondidas, pues en su casa, como en su familia, había recelo hacia el mundo del toro después de que el marido de una hermana de su madre, José Rodríguez “Pepete”, fuera mortalmente herido en Madrid por el miura “Jocinero”, justo el mismo año en el que nació “Guerrita”.

No fue “Guerrita” el primer apodo que utilizó, sino el de “Llaverito”, en homenaje a su padre. Con 16 años empezó a torear como banderillero en una cuadrilla de niños cordobeses y temporadas más tarde, en su tierra, le cedieron la muerte de un novillo. La prensa de la época sentenció: “Se vislumbra uno de los mejores espadas del porvenir”.

Toreó en las cuadrillas de Bocanegra y El Lavi a partir de 1881, año en el que, tras actuar el 2 de mayo en Bilbao, fue sacado a hombros tras una magistral actuación como subalterno. Su fama empezó a crecer y tuvo a El Gallo primero, y a Lagartijo, después, como jefes de fila.

Precisamente El Gallo fue quien le cedió en Córdoba, el 2 de junio 1884, la muerte del que sería primer toro que estoquearía Guerrita. Mató varios más, siempre a petición del público, antes de tomar la alternativa en Madrid, el 29 de septiembre de 1887, con el toro “Arrecío”, de Gallardo, de manos de Lagartijo.

Tres pasajes de la vida torera de Guerrita: a la izquierda, de niño-banderillero; arriba, estoqueando a un imponente astado en Madrid; y sobre estas líneas (él está justo a la izquierda) en la Tertulia Taurina que llevaba su nombre en su Córdoba natal.

Tres pasajes de la vida torera de Guerrita: a la izquierda, de niño-banderillero; arriba, estoqueando en 1894 al imponente Cocinero, de Félix Gómez, en Madrid; y sobre estas líneas (él está justo a la izquierda) en la Tertulia Taurina que llevaba su nombre en su Córdoba natal.

Tras firmar varios contratos en La Habana a finales de ese mismo año, sumó en la temporada siguiente 75 tardes y mató 203 toros. Desde entonces, y hasta su retirada en 1899, reinó en la Fiesta, si bien los últimos años se pusieron de moda exigencias desproporcionadas y hostiles de los mismos públicos que siempre le idolatraron.

De fuerte carácter, a él se le atribuyen frases tan célebres como “Después de mí, naide; y después de naide, Fuentes”, en torno a su superioridad; u otras como “En Madrid, que atoree San Isidro” o “No me voy; me echan”, ambas en alusión a la extrema dureza con la que le trataron los públicos en sus últimas temporadas, en las que reinó en solitario ocupando el hueco -difícil de llenar- que habían dejado con sus retiradas los dos colosos de la primera edad de oro de la tauromaquia: Rafael Molina “Lagartijo” y Salvador Sánchez “Frascuelo”.

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