LA REVOLERA

Nimes, mon amour

Paco Mora
lunes 21 de septiembre de 2020

Nuestros gerifaltes enemigos acérrimos de la Fiesta deberían asistir a una Feria de la Vendimia de Nimes en la dulce Francia. Que no es un país chupacirios y rabiosamente conservador ni mucho menos, antes al contrario fue el primero que acabó con la monarquía a través de una revolución popular con guillotina incluida. Ahí están, en la historia, Luis XVI y María Antonieta. Sin embargo, la fiesta de los toros ha arraigado con fuerza tanto en el mediodía como en el sur francés. Con tanta fuerza que no me duelen prendas en afirmar que el público nimeño es el más respetuoso y entendido de todo el universo taurino.

He visto las corridas televisadas del serial organizado por el también francés Simón Casas y cada una de ellas ha sido un espectáculo sin igual en toda la geografía taurina incluyendo España, Portugal y todos los países americanos en los que arraigó el arte de Cúchares, para mí, hace ya algún tiempo, de Enrique Ponce. El acompañamiento musical de las faenas de los matadores es un auténtico concierto, en el que tiene cabida en ocasiones excepcionales la música clásica. Los oles suenan rotundos entre una manera especial de interpretar las palmas. El tercio de varas, que en España pasa casi siempre sin pena ni gloria, es aquilatado y rechazado u ovacionado como uno de los momentos más importantes de la lidia. Los varilargueros y los banderilleros gozan en el país vecino de tanto respeto como los matadores. Y en ocasiones más.

Así como en nuestro país hay profusión de presidentes que se creen en el palco dueños y señores del espectáculo, como debían sentirse los emperadores romanos, pues no les falta más que subir o bajar el dedo pulgar en señal de premio o castigo, los “usías” franceses se comportan con un respeto imponente ante la actuación de matadores y cuadrillas. Y a la hora de calibrar los merecimientos de los espadas muestran un ejemplar sentido de la justicia en la concesión de trofeos. La Francia taurina es hoy por hoy un ejemplo a seguir incluso para España. Presenciar una corrida de toros en el Coliseo romano de Nimes eleva el espíritu de todo aficionado que no pretenda utilizar el toreo como arma política de la manera más sucia y rastrera que pensarse pueda. Que es lo que están haciendo hoy por hoy buena parte de nuestros políticos, revelando una repugnante mentalidad de pigmeos tanto política como humanamente.

Por el contrario, en los tendidos de Nimes, Arles y Mont de Marsan, por ejemplo, es habitual ver a personalidades del mundo del arte, la cultura y la política del país galo disfrutando de un espectáculo inequívocamente artístico y racialmente representativo del país vecino. Y es que el arte, cuando tiene raíces firmes arraigadas en los siglos, es universal y no solo representativo del país donde nace. Políticos como el ex primer ministro de la República Francesa Lionel Jospin y su homólogo el italiano Sandro Pertini viajaron hasta Madrid por San Isidro para presenciar corridas de toros en Las Ventas. Y la lista de hombres y mujeres señeros del arte y la literatura universal que hicieron lo mismo, en la plaza madrileña y en otras muchas de España, sería demasiado larga para este acotado espacio.

Organizando la Feria de la Vendimia de Nimes en estos difíciles momentos ha hecho más por la recuperación de la normalidad en la maltratada y acosada fiesta de los toros, un ciudadano francés como Simón Casas que todos los pseudotaurinos de la vieja y cansada España, que solo saben quejarse mientras el toreo se desangra lentamente en nuestro país. La internacionalidad del arte del toreo está más que probada, y eso solo lo niegan un puñado de politicastros que la quieren utilizar como arma para conseguir su acceso o permanencia en el poder. Deberían rendirse, sin más pataleo, ante el ejemplo del país vecino, capaz de amar lo suyo y lo bueno que le viene de fuera.

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