El Palco

Más casta y menos kilos

Rafael Comino Delgado
lunes 01 de mayo de 2017

Se demanda un toro con calidad en la embestida, naturalmente, pero armónico, proporcionado, en su tipo, sano, musculado, fuerte, encastado y enrazado. Ya está bien de toros cebados y/o mastodónticos que apenas pueden moverse -ni quieren moverse- porque les falta casta para ello.

El toreo es emoción, a los toros se va a emocionarse; el aficionado que compra una entrada lo hace con la ilusión de emocionarse en el festejo, emoción que puede llegarle por la estética (belleza del toreo realizado) o por la épica (el riesgo que corre el torero); y si le llega por ambas vías es ya el culmen.

Es, pues, claro, que si no se emociona se desilusiona, y si eso ocurre con frecuencia lo más probable es que acabe por no ir más a los toros. Si en el toreo no hay emoción la Fiesta de los Toros acabará hundiéndose.

Y la realidad actual es que en los últimos años estamos viendo salir bastantes toros escasos de casta, de esa fiereza que debe caracterizar a un toro de lidia, que transmite a los aficionados un riesgo real muy grande para el torero; le hace pensar que lo que está haciendo aquel hombre que se pone delante del toro es muy importante, muy difícil y él no sería capaz de hacerlo. Por tanto al faltar la casta falta la fuente de la emoción por la vía épica.

Pero al mismo tiempo, con demasiada frecuencia, esos toros escasos de casta están sobrados de kilos lo que, en general, suele reducir su capacidad de movimiento y, por ende, su agresividad.

El toro que tiene encima demasiados kilos, o está demasiado gordo, lo que no es bueno, o es demasiado grande, lo que tampoco es bueno, porque ello significa que generalmente está fuera de tipo, fuera de lo que es su fenotipo normal, o las dos cosas, lo que ya lleva al desastre total.

Cualquier buen aficionado sabe que a un toro demasiado gordo le cuesta más moverse, se cansará antes, por bravo que sea, se agotará antes y dejará de embestir. También sabe que un toro fuera de tipo es muy raro que embista bien para que el torero pueda llevar a cabo una gran faena, que emocione al público.

Por todo ello los aficionados pedimos a los ganaderos, los empresarios y a quien corresponda, toros con más casta pero con menos kilos.

Ya se han celebrado varias ferias esta temporada y han salido algunos toros encastados y enrazados, con calidad, pero la tónica general ha sido, “toros descastados y muy gordos”. Hemos visto salir, en lo que llevamos de la Feria de Sevilla, algunos toros por encima de los 600 kilos, lo que creemos es una barbaridad, bastantes por encima de los 550 kilos, y muchos por encima de los 525 kilos, peso que creemos debería ser el máximo para un toro de lidia. Eso no quiere decir que un toro de 700 kilos no pueda embestir, pero tendrá menos posibilidades de hacerlo que un toro de 480 a 525 kilos.

No debemos confundir trapío con toro muy grande y/o muy gordo. Un toro con 480 kilos puede tener suficiente trapío para ser lidiado en Madrid o Sevilla, no hace falta que pese 580 kilos y, desde luego, puede tener muchísimo más peligro que otro con 650 kilos.

De hecho los toreros suelen decir, con razón, que en ese sentido les da lo mismo, lo que verdaderamente importa no es el tamaño del toro sino sus intenciones, y el toro muy gordo o muy grande siempre tendrá menos posibilidades para realizar el toreo que emociona.

Se demanda un toro con calidad en la embestida, naturalmente, pero armónico, proporcionado, en su tipo, sano, musculado, fuerte, encastado y enrazado. Ya está bien de toros cebados y/o mastodónticos que apenas pueden moverse -ni quieren moverse- porque les falta casta para ello.

ÚLTIMAS NOTICIAS

Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando