La Pincelada del Director, por José Luis Benlloch

Ferrera y Roca Rey, mire usted qué maravilla…

José Luis Benlloch
martes 09 de mayo de 2017

La maestría frente al arrojo. En la variedad está el gusto. Y la virtud. Ferrera y Roca han sido el ejemplo. La serenidad y la tormenta. Emocionaron, que es la consecuencia más deseada.

Dos toreros se desataron en Sevilla camino de Madrid. Ferrera y Roca Rey. Con registros artísticos muy diferentes, fueron la sensación ferial. La maestría frente al arrojo. No importa ni es contradicción, en el toreo hay muchos caminos que conducen a la gloria. Diría más, en tiempos en los que priva una uniformidad desesperante y dañina, se agradece. Hasta el moño de la globalización que todo lo degrada y a todos alcanza. Ahora más que nunca hay que decir que en la variedad está el gusto. Y la virtud. Ferrera y Roca han sido el ejemplo. La veteranía y la novedad son elemento diferenciador entre ambos, la serenidad y la tormenta; sólo la ambición, también las agallas, son punto de coincidencia, ni uno ni otro son de los que mudan el color frente al toro. Más pulido el primero, será la edad; más transgresor el segundo, será la edad. En realidad dos fieras desatadas que desataron el miedo ajeno. Emocionaron, que es la consecuencia más deseada. Los dos saben del duro peaje del toro. Llegaron por caminos diferentes: el primero fue de cocción lenta en el duro campo del torismo; lo del segundo ha sido un relámpago que habitó desde el primer día en el mundo de las figuras. El resultado ha sido fastuoso. Esta feria, Extremadura, Perú y Sevilla, caprichos de la historia, se han dado de nuevo la mano en fantástica aventura de emociones y riquezas. Casualidades.

El capote de Ferrera el sábado de farolillos fue cima, fue mimo, seda, más que reunión abrazo, gusto, compás, creatividad…

No les hablo de Ferrera y Roca como de una pareja al modo que se entiende en el toreo. No cabe porque son generaciones diferentes y no sería justo, y porque el sistema, estoy seguro, apenas les permitirá coincidir en algún cartel y hasta es posible que sea bueno que suceda así, que cada cual siga su camino, al fin y a la postre de esa forma no les ha ido mal ni a ellos ni a los aficionados. Sólo los traigo a colación como protagonistas triunfales, como los impactos de la feria por encima de las orejas cortadas, con la intención de poner en valor su paso por Sevilla.

Y porque ahora, acabada la Feria de Abril, cuando ya ha comenzado la marcha hacia San Isidro, la expectación en torno a sus nombres ha crecido. Madrid es la plaza definitiva en la carrera de los toreros, siempre se dijo, ganas de simplificar, que la Maestranza da categoría y las Ventas dinero, y los dos van a por ella y a por él. De momento, qué felicidad, se desataron dos fuerzas del toreo en la Maestranza. Ha sido el suceso del año, emociones fuertes, muy fuertes, pónganle ritmo de sevillana para rebajar la tensión que ya llegará Madrid: se desataron dos toreros en la Maestranza, mire usted qué maravilla… El capote de Ferrera el sábado de farolillos fue cima, fue mimo, seda, más que reunión abrazo, gusto, compás, creatividad… mire usted qué maravilla. Cuando Antonio se iba de la plaza, dos tardes, dos golpes, el estatus de algunos con ínfulas de figura estaba más en cuestión que nunca. La ansiada renovación es tarea de la juventud, cierto, ahí está Roca y quien pueda sumarse a la movida porque no basta con querer, pero es cuestión también de los toreros cuajados. Se ha visto estos días con Ferrera como antes se vio con Curro Díaz. El arte tiene su tempo de maduración y nada es previsible en el toreo.

El estatus de algunos con ínfulas de figura se ha puesto en cuestión. La renovación es tarea de la juventud, pero también de toreros cuajados

No han sido los únicos nombres que salen de Sevilla con nota. Fandi rompió el estereotipo que asegura que no es torero de Sevilla y cuajó una excelente actuación, excelente a la verónica y al natural, ninguneada por el palco, que se dejó llevar por los prejuicios de cafetín y le negó el reconocimiento ganado en la plaza. Algo parecido le sucedió a Padilla. Y sin cuajar grandes faenas, toreros como Morante, Manzanares o Juli cumplieron con su papel de figuras con pasajes de gran interés. Otro con las obligaciones propias de las figuras, caso de Talavante, pasaron demasiado de puntillas.

En el aspecto ganadero la feria mantuvo un tono medio, fue un poco radiografía de la actualidad. Lo mejor es que cada tarde hubo toros para triunfar. La corrida que más le llegó al corazón de los aficionados fue la de Victorino por dura y encastada, por interesante se dice ahora, pero todas las tardes saltaron toros de triunfo que no siempre se aprovecharon. Así que aunque se debe aspirar a más tampoco hubo que rasgarse las vestiduras ganaderas. Y como en feria tan importante nada es baladí, hubo polémica en torno a los presidentes, más que por estrictos por desiguales, y hasta por la música, tan influyente en esta plaza, por cuándo, cuánto y con qué criterio tocaba. Cosas de Sevilla.

GRAN MORAL, MUCHA MORAL.- Y en el cierre de la feria -y de La Pincelada- no hay tiempo ni espacio para más, unas líneas para poner en valor el excelente toreo al natural de Pepe Moral a un excelente miura. A la altura de su maestro Manolo Cortés, derecho, templado, justo y medido además de relajado en tarde en la que el relajo es especialmente meritorio. Aprovechó la oportunidad. Bien de verdad.

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