La Monumental es una ruina, cuestión harto dolorosa y de gran trascendencia. El primer dolor sería suspender la temporada aunque nada comparable a tener temporada y que sucediese un accidente. Y mayor dolor sería demorar la modernización de la plaza. La noticia de la semana ha sido el posible cierre de Las Ventas. Un mazazo. De la semana, del año y vaya usted a saber el recorrido que acabará teniendo si no se toman medidas en la dirección adecuada. En estos momentos nada hay claro más allá de que la Monumental es una ruina. Los reportajes gráficos que han salido estos días asustan. No es menos evidente que quien tuvo la obligación de mantenerla tersa y lozana, no lo hizo. Y que semejantes frescos, dejémoslo en frescos, han puesto al fresco, durante años, la seguridad de los aficionados que acudían a la plaza. Y ya ni siquiera pregunto dónde está la pasta que generó el propio toreo y debía destinarse por ley a mantenerla tersa y lozana. En el limbo de algún bolsillo se supone. Tampoco está claro si se va a dar la temporada taurina. Que placan la plaza para espectáculos musicales y deportivos, eso sí, eso es fijo. Nadie lo discute ni a un lado ni a otro de las instituciones implicadas. Y ahí surge la gran pregunta ¿por qué unos sí y otros no?… ¿por qué alguien -te tienes que preguntar- considera que los espectadores taurinos merecen menos seguridad que los otros…?
La cuestión es harto dolorosa y compleja. Y de gran trascendencia. También se puede convertir, si quieren y saben, en la gran oportunidad para asegurar el futuro del toro en Madrid con una plaza a la que no le quepa pega alguna. El primer dolor sería suspender la temporada. Cuesta digerirlo a bote pronto. Aunque si lo piensas es disgusto nada comparable a tener temporada taurina y que sucediese un accidente. Sería imperdonable. Dolor mayor aún sería demorar la actualización y modernización de la plaza y que las coyunturas políticas venideras se pusiesen con el toreo más contrarias de lo que ya están -ya conocen la ley de Murphy, todo lo malo es susceptible de ir a peor- y nos quedásemos con un edificio vetusto y descatalogado a merced de un permiso de más o de menos. Sería vivir en la precariedad, en realidad sería el descabello sin fecha fija.
Hay que salvar la plaza, que debe ser segura, cómoda y acorde a la legislación, y hay que salvar el primer San Isidro. Ambas cuestiones no se deben perder bajo ningún concepto, en términos bélicos serían cuotas irrecuperables. Objetivos de vida o muerte. En alcanzarlos nos va el futuro. Y esa entiendo debería ser la hoja de ruta. Luego las compensaciones a la temporada perdida, a los abonados, a los contratos incumplidos y demás daños paralelos que se puedan producir, que se negocien con generosidad y amplitud de miras. Que se busquen vías alternativas, que se mojen los que no se mojaron en su día, pero el objetivo es Salvar Madrid, con mayúsculas, plaza, San Isidro y temporada. Esa es la jerarquía. Ese es el orden de prioridades. Si cae Madrid, adiós.
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 2074
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 2074 para iPad
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 2074 para Android