BENLLOCH EN LAS PROVINCIAS

Ostos, Valencia y aquel miura al que cogió del pitón

José Luis Benlloch
domingo 09 de enero de 2022
Hijo de una familia de ricos hacendados andaluces que no aceptaron inicialmente su decisión de ser torero, siempre contaba que llegó al toreo buscando a Manolete. “Con nueve años me tropecé con él subiendo unas escaleras del Hotel Central y ya no quise ser otra cosa que torero como Manolete”, afirmaba

Jaime Ostos fue de los considerados torero de Valencia desde el mismo debut como novillero. Su estilo de torero bravo y honrado entraba de lleno en los gustos de los aficionados de la tierra que le acogieron con la misma pasión que el maestro de Écija derrochaba en la plaza y en la calle. Sucedió en una época de máximo nivel taurino, en la que compitió abiertamente de tú a tú con una generación de diestros deslumbrantes: desde Ordóñez a Paco Camino a quien apadrinó en su alternativa un Domingo de Resurrección cargado de simbolismo y orgullo para el coso valenciano, en cuanto dos sevillanos como ellos toreaban en la capital del Turia el día más representativo de la capital hispalense.

Ostos, a quien apelaron como Jaime “Corazón de León”, a lo largo de su carrera sumó seis novilladas en el coso de la calle de Xàtiva desde que debutase un 15 de septiembre de 1955, tarde en la que cortó oreja y sufrió una cornada. Nada que le impidiese hacer el paseíllo el 9 de octubr,e tarde en la que redondeó un triunfo rotundo con corte de tres orejas y rabo con la consiguiente salida a hombros, preámbulo de las muchas tardes de triunfo que alcanzó como matador de alternativa.

Tuvo que competir con Luis Miguel, Litri, Aparicio, Ordóñez, Camino, Puerta, El Viti, El Cordobés, Paula, Romero, Palomo, Mondeño… una de las épocas de oro del toreo en la que sobrevivió en los primeros puestos. Lo hizo contra la grandeza de los compañeros pero también contra las cornadas

Su último paseíllo tuvo lugar en las Fallas de 1980, tarde en la que alternó con El Cordobés y Palomo Linares El propio matador me reconocía en Aplausos dos faenas en Valencia como de las mejores de su carrera. Una ante un toro de Miura al que siguiendo su apasionada forma de ver el toreo, me explicaba en una de las múltiples charlas que mantuvimos, que lo cuadró cogiéndole del pitón antes de recetarle un soberbio volapié, suerte en la que era un consumado especialista. “Me dieron el rabo y me tuvieron hasta las diez de la noche dando vueltas por Valencia”, hito al que añadía en orden de méritos la faena y la correspondiente estocada a otro ejemplar de Bohórquez. “A ese lo maté entrando con un sombrero de ala ancha que me tiraron cuando lo estaba cuadrando”.

De su magnífica relación con Valencia, ciudad a la que una vez retirado volvía frecuentemente, habla muy a las claras que desde que se presentó como matador de toros las empresas procuraban anunciarle el día de San Jaime, patrón de España y del maestro, al que en un momento dado de la tarde el público le felicitaba a coro con un estentóreo ¡Fe-li-ci-da-des! seguido de una gran ovación. Y cada vez que había ocasión presumía de haber ganado un premio en un concurso de paellas que en su opinión le salían tan buenas como el cocido andaluz.

De esta foto, la estocada de la tarde, le hizo el pintor valenciano Juan Reus uno de los grandes carteles que imprimió a lo largo de muchos años la imprenta valenciana Ortega para anunciar las ferias de toda España.

Hijo de una familia de ricos hacendados andaluces que no aceptaron inicialmente su decisión de ser torero, siempre contaba que llegó al toreo buscando a Manolete. “Con nueve años me tropecé con él subiendo unas escaleras del Hotel Central y ya no quise ser otra cosa que torero como Manolete”. Luego tuvo que competir con Luis Miguel, Litri, Aparicio, Ordóñez, César Girón, Curro Girón, Camino, Puerta, El Viti, Chamaco, Miguelín, Gregorio Sánchez, Pedrés, El Cordobés, Paula, Romero, Palomo, Mondeño… una de las épocas de oro del toreo en la que a pesar de la tremenda competencia sobrevivió en los primeros puestos. Lo hizo contra la grandeza de los compañeros pero también contra las cornadas, histórica por grave y por los pocos medios que había en la enfermería fue la que sufrió en Tarazona de Aragón de la que le salvó Ángel Peralta, que le introdujo una servilleta en el boquete que le había hecho el pitón del toro, lo que dio tiempo a que el doctor Val-Carreres que asistía al festejo como espectador bajase a la enfermería y lograse el milagro de salvarle la vida. “El doctor y la Virgen del Pilar”, coincidían torero y médico a la hora de repartir méritos.

Fue considerado torero de Valencia desde el mismo debut como novillero. Su estilo de torero bravo y honrado entraba de lleno en los gustos de los aficionados de la tierra que le acogieron con la misma pasión que el maestro de Écija derrochaba en la plaza y en la calle

Otro de los obstáculos que tuvo que superar fue el de su carácter nada diplomático, que le llevaba e enfrentarse con quien considerase que no obraba según su leal entender, incluida la prensa, al punto que le declaró la guerra abierta y públicamente al crítico de TVE que por aquel entonces compartía tales funciones con las de taquígrafo de Franco. Nada le importó.

Y a la hora de analizar su estilo hay que reconocerle como una de las mejores espadas de su tiempo -para muchos la mejor- y también figuró entre los más valientes. Fue torero… torero, un tipo que jamás volvía la cara. Pasados los años la vorágine del marujeo televisivo amenazó con deformar su leyenda y no hubiese sido justo. Leyendas toreras como la de Ostos no deben perder su autenticidad.

Síguenos

ÚLTIMAS NOTICIAS

Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando