El 12 de octubre de 1974 vestía por última vez de luces. Fue en la Maestranza de Sevilla. Allí, un valiente, Diego Puerta, decía adiós al toreo actuando mano a mano con su amigo y competidor Paco Camino. Herido tres días antes en Zaragoza, "Diego Valor" volvió a tirar de arrestos y paseó las orejas del último toro de su vida entre el clamor del público.
José Antonio del Moral, en el diario El Correo, escribía al día siguiente: "El torero de las 45 cornadas, el torero de más vergüenza de cuantos hemos conocido -yo al menos- se ha retirado en Sevilla. Y el que nunca lloró comenzó la tarde de la despedida llorando y de igual modo la terminó. Pero llorando de emoción por el propio sentimiento de su experiencia en la última tarde y por haber sentido en su alma y en su persona, la entrega absoluta y total de toda la Real Maestranza de Sevilla, que vibró, calló y sintió al unísono con el torero de la tierra, la tarde más definitiva de su impecable trayectoria profesional".
"Su despedida -proseguía el cronista- ha sido la más digna de toda la historia del toreo. Desde que lo anunció en Bilbao, hasta la última tarde de la Maestranza, que salió a torear con una herida abierta producida dos días antes en la plaza de toros de Zaragoza. Se lo notó, aunque él no quería que se le notase. No estaba, no estuvo, en posesión de todas sus facultades. Pero Diego Puerta tenía que acabar así: herido. Y herido, pero en triunfo, salió de la Maestranza entre una ovación delirante de todo el público que llenó la plaza hasta rebosar por encima del tejadillo de la Puerta del Príncipe".
La tarde no pudo ser triunfal por el mal juego de los astados de Urquijo, pero hubo momentos emocionantes como los tres brindis de Diego Puerta de aquella tarde: el primero "a los miembros de la cuadrilla; todos le abrazaron y le besaron"; en su segundo, "a Paco Camino, que alternó con él en la última tarde"; el último, "precedido del silencio absoluto de la Maestranza, que se rompió cuando Puerta, desde los medios, ofreció la muerte del último toro a todo el público. La ovación no se puede describir. Y, finalmente -añade-, Diego cogió un puñado de albero y lo besó para despedirse un momento antes de que Camino le cortase la coleta".
"Pero Diego Puerta triunfó también como torero en su final. Estuvo jugándose la vida, culminando su éxito en el quinto, su último toro. Un toro, como todos los del encierro: manso, huido -este el que más-, probón, incierto, con el que forzó la máquina y le cuajó contra viento y marea una buena faena, matando con decisión de un pinchazo hondo. Lo de menos fueron las dos orejas".
El texto lo concluye Del Moral diciendo: "Diego España deja un hueco muy difícil de llenar. Creo que han sido muy pocos los que han resistido tanto tiempo en primera fila, sin importarle nada: ni cornadas, ni dinero, ni contratos asegurados, ni la propia familia. Su despedida en plena gloria no será en este caso un tópico. Será una realidad y debe quedar constancia de ello. Nadie podrá hablar de desastres y grandes baches en este torero. Cada año comenzaba como si fuese el primero. Por eso, siempre nos acordaremos de él. Y por eso, nos emocionamos al ver su despedida, porque era la despedida de un torero de leyenda. Leyenda real, de 16 años seguidos. Leyenda para la historia".
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