Hay un trabajo antes y una queja después. No puede ser la queja primero. Eso nunca. Sobre las enfermerías de las plazas de toros hay ríos de tinta. Y de sangre. Lejos de cualquier mala interpretación de este artículo o de otros que haya escrito sobre este asunto, lo que pienso de la sanidad de urgencia de los toreros está escrito hace tiempo: que está de mano de Dios, o de la mano del azar, para los no creyentes. Y lo está, en gran parte, por dejación del propio gremio, incluyendo propiedades de los inmuebles, administraciones, empresas y toreros. Y para que quede aún más claro, es evidente que la queja absolutamente humana de un familiar, amigo o allegado a un torero, José Tomás o quien sea, es lícita, comprensible y en su lugar. Quede claro, porque andamos metidos en unos tiempos en los que opinar y posicionarse se lee, a veces, con el papel al revés.
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