Antes de los toros, y entre toro y toro también, se escucha clara en las corridas matinales de Arles la voz de reclamo de los vendedores de sombreros, patatas fritas y almendras garrapiñadas. “Chapeau….! Chapeau…!” Sombreros de un plástico que, patente china, parece paja trenzada de Florencia. Los sombreros llevan cintas azul y grana. Cinco euros. Suelen dejarse abandonados cuando acaban los toros. Si llueve, no sirve de nada un sombrero. Con viento del norte o mistral, menos.
Las corridas matinales están al margen de los reglamentos por una razón natural: se venden a precios de sombra entradas donde da el sol durante los seis toros. No se venden como sombra los asientos de sol. Se venden bastante más sombreros en sombra que en sol. Por cada cinco sombreros, un cucuruchito de patatas de fritura casera. Cerca de las plazas francesas suele haber churrerías de feria y de ahí sale reciente la patata. La sal se sirve aparte, espolvoreada, y no se paga por ella.
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Sombreros, sombreros
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