La primera semana del taurino mes de agosto es una herida abierta en el corazón de la temporada. Era la semana de Vitoria, la que llamaron “la puerta del norte”, la que servía para que te pusieran en San Sebastián (aquel Chofre que Jardón liquidó vendiéndolo ilegalmente por un puñado de millones; y que no tuvo valor para presenciar la última feria, escondido en el batín de seda en un hotel de la hermosa y decadente Venecia). Vitoria era la sinfónica obertura del norte, una feria amable que empezó a enfermar el día que no cuidaron a los blusas; y que sólo tuvo su resurrección (mientras duró) con la llegada de ocho mosqueteros de la tierra que fundaron Vitauri, que acababan el feliz día taurino cenando en el gran Hotel Lakua donde José, el propietario, celebraba aquellos días de vino, rosas y toros.
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