BENLLOCH EN LAS PROVINCIAS

Un cóctel de sospechas, ingenio y bondad

José Luis Benlloch
domingo 28 de febrero de 2021
Vuelve Manuel Díaz "El Cordobés", el hombre que toreó al lumpen

Manuel Díaz “El Cordobés” anunciará estos días su vuelta a los ruedos tras varias temporadas de apagón informativo/taurino motivado por unas lesiones y supongo que también por la necesidad estratégica de reactivar el gancho social que siempre fue su principal arma. Es fácil suponer que la noticia no despertará grandes dosis de interés entre los aficionados, pero no estoy tan seguro de que suceda lo mismo entre muchos empresarios y el público en general, tan necesarios, ambos, para mantener en activo la industria en las plazas del segundo y tercer circuito, en el que se hacen los nuevos valores y se alimenta la cantera de aficionados. Territorio en el que habitó no hace tanto el propio Manuel, Jesulín, Rivera, incluso Padilla y El Fandi, que últimamente aparece tan vacío como las propias plazas.

El regreso de El Cordobés no despertará grandes dosis de interés entre los aficionados, pero no estoy tan seguro de que suceda lo mismo entre muchos empresarios y el público en general, tan necesarios, ambos, para mantener en activo la industria en las plazas del segundo y tercer circuito, en el que se hacen los nuevos valores y se alimenta la cantera de aficionados

Nada de lo dicho le quita valor a Manolo, un tipo listo y con grandes cualidades humanas, al que bastó solo una sospecha -¿será hijo del otro Manolo, no lo será?- para hacerse un sitio en el toreo y en los platós. Siempre con un matiz fundamental, siempre practicó un respeto máximo al toreo clásico y a sus representantes, asumió su papel -siempre supo quién era-, se justificó delante de los toros todo cuanto pudo, procuró aprovechar su mano izquierda -que seguramente era el principal arma familiar para hacer el toreo con ortodoxia- y acabó sucumbiendo a su sino: el salto de la rana y demás histrionismos que le exigían desde los tendidos. Nunca quiso ser más de lo que era ni le quitó el sitio a nadie; al contrario, a su rebufo torearon muchos y se dieron muchos toros, los que ahora no se dan y tanto se echan en falta. En lo suyo fue importante.

La carrera de Díaz, que surgía de una de esas familias que actualmente llaman desestructuradas, tuvo una primera intentona sin suerte de la mano de la gente del propio Manuel Benítez. Pepín Garrido concretamente, que fue banderillero de Benítez, fue el mentor de Díaz, en una etapa que incluye su salto como espontáneo en Madrid la tarde del festival a favor de los damnificados por el volcán Nevado del Ruiz, con el que su presunto padre intentaba reaparecer. Tras un tiempo arrumbado en los que bordeó el lumpen, llegó el encuentro con Paco Dorado, personaje inclinado a la izquierda, sobrado de osadía y dispuesto a cualquier aventura, y se montó la famosa Revolución, en la que Paco era el Comandante y Manuel el profeta. Fue un éxito total con solo dejar entrever la ascendencia familiar que se comentaba entre bastidores.

Tras un tiempo arrumbado en los que bordeó el lumpen, llegó el encuentro con Paco Dorado, personaje inclinado a la izquierda, sobrado de osadía y dispuesto a cualquier aventura, y se montó la famosa Revolución, en la que Paco era el Comandante y Manuel el profeta. Fue un éxito total con solo dejar entrever la ascendencia familiar que se comentaba entre bastidores

VALENCIA EN EL ORIGEN

El arranque definitivo de aquella locura tuvo a Valencia como escenario. Una cogida en Xàtiva, un reposo en el hospital de La Fe y unas cuantas reuniones de Paco Dorado con Enrique Moratalla, Vicente Vicente Vicente, está bien así, son tres veces Vicente, y con un servidor en la cafetería San Remo, dieron pie a la primera campaña publicitaria, que se concretó con un póster en el que una chaquetilla colocada sobre el respaldo de una silla de enea hacía de trinchera entre el mundo ampuloso y los arrabales, y tras ella asomaba Manuel Díaz, con los ojos muy abiertos, los mismos con los que Benítez miraba a las gallinas ajenas o a los toros que pretendía torear en las noches de racha. Eso y una leyenda muy directa -“¡Vuelve el Cordobés, sin apellido ni fortuna!”- configuraron una publicidad más que efectiva.

Se encargó una tirada de mil en una imprenta de Valencia, que tras alguna demorilla acabó pagando el empresario Enrique Grau, que había sido quien le había contratado para Xàtiva y le seguiría contratando durante muchos años para el resto de sus plazas. Con los pasquines bajo el brazo, Dorado y Manuel se embarcaron hacia Méjico, empapelaron el entorno de la Monumental, toreó una novillada, cortó una oreja, mandó los telegramas a España para que se enterase la fisión y comenzó una de esas historias que no admiten explicación lógica y que o se producen en el toreo o son directamente imposibles.

Nunca quiso ser más de lo que era ni le quitó el sitio a nadie; al contrario, a su rebufo torearon muchos y se dieron muchos toros, los que ahora no se dan y tanto se echan en falta. En lo suyo fue importante

De vuelta a España comenzaron a torear, incluso había más demanda que fechas, con la particularidad de que a quienes les conocían menos les costaba localizar al apoderado, que no tenía oficinas pero sí costumbres: a mediodía, en las cafeterías de la plaza Cuba, más tarde frente al mercado del Arenal, por la noche en un tablao que regentaba un enano… así que hubo que convencerle de que se comprase un teléfono móvil, que, entonces, era toda una novedad, y surgió otro eslogan -“La revolución ya tiene teléfono: 908-757359”- que reprodujeron las páginas de publicidad de los semanarios taurinos. Se sumaron al equipo del Comandante Dorado una brigada completa de personajes la mar de singulares: el agente Pérez, Carrillo, Calderón… etcétera, etcétera. Comenzaron a ganar dinero, gastaron dinero, unos asentaron la cabeza, otros no…, pero para entonces a este Cordobés le quería todo el mundo más allá de sus formas toreras.

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