Apunten el nombre: Aarón Palacio. Su debut en Bilbao ha sido todo un impacto, una grata sorpresa para quienes no habían visto todavía a este joven zaragozano de 19 años que se ha destapado como una ilusionante promesa del toreo. Permítanme la osadía, que en esto del toreo se lleva mucho lo de los vaticinios, pero es que el chaval reúne todas las condiciones para que Aragón vuelva a tener un torero de ferias. El último que llevó tal honor fue Raúl Gracia “El Tato”, quien precisamente ha tenido buen ojo y apodera a su paisano con el sueño de coger el testigo y que Zaragoza tenga de nuevo ese torero que tantos años lleva esperando.
Apenas es su primera temporada como novillero pero en su corto bagaje ya ha sido capaz de demostrar lo que puede llegar a ser. Encomiable su actitud, que tanto se echa en falta en los de su categoría. No le hizo falta tirar de esos recursos populistas tan superficiales, no, su valor seco sin alharacas se percibe en su tauromaquia: los quites, el vuelo de su capote, la profundidad de su muleta y el trazo barroco, su aplomo, serenidad… El toreo de siempre que parece una bocanada de aire fresco. Aquí hay tufo de torero bueno e importante.
Con Bilbao son dos los toques de atención de este año. Su toreó cautivó en las novilladas de la Maestranza hasta tal punto que un compañero llegó a titular su actuación inspirándose en aquella famosa frase de Corrochano hacia El Niño de la Palma, tan manida cuando un torero impacta de verdad. Me sumo a ella: “Es de Zaragoza y se llama Aaron Palacio”. Y en Bilbao ha puesto a los novilleros a cavilar.