La pincelada del director

Vaya con las figuras

José Luis Benlloch
lunes 16 de julio de 2012

La semana acabó tremenda. Dura. Desabrida. Más quejas que felicidad. Más dolor que triunfo. Esa Pamplona jugando a la ruleta rusa con su prestigio y con su filosofía. ¡Qué desazón! Su alma taurina, el espíritu torista con el que marcó diferencias, el mismo con el que se salvó de viejos abusos, acabó crujiendo a diario por las costuras de las concesiones. Más que por las concesiones que se pueden considerar lógicas, por los abusos. Vaya con las figuras, les das la mano y ya nadie sabe dónde acaba el tobogán… se pasan, al menos esta vez se pasaron. Hubo más. Esa leyenda de justicia y equidad que acompaña a los sanfermines -se sabe que en Pamplona hasta los menos figuras cobran su dinero, el que no les dan en otra parte- se tambaleó este año y no por la bolsa sino por el toro. Qué desventaja, qué precipicio entre unos y otros, qué toros torazos para unos, qué corriditas para otros. Si alguna vez, muchas me quejé del toro exagerado, del mastodonte que no lleva a ningún lado, si acaso al aburrimiento, si alguna vez reflexioné hasta qué punto la desatención de las peñas merecía aquel toro desmesurado, este año hay que reconocer que hubo más de uno que jamás debió ni siquiera conocer los corrales del Gas. No nos podemos callar ante ese rebajón final. No es bueno para nadie ni siquiera para los intereses personales de los responsables por muy cortoplacistas que sean. No conocen la estación de la lógica y la moderación. Lanzan el tren del interés personal a todo trapo y arrollan con todo. En Pamplona este año lo han hecho con absoluta inmunidad. Ni siquiera se preocuparon, les daría igual, de mantener las apariencias y aquella vieja estrategia de ir de menos a más, las fuertes para el final, se la saltaron sin preocupación, de tal manera que fuimos de las corridas tremendas a las tremendistas. Había tablillas, las del peso, que sonaban a falso y hubo toros, muchos en esas últimas corridas, que en plazas de las consideradas toreristas no osarían desembarcarlos. Eso sin tener en cuenta el juego que dieron que hay que decir que no es culpa de nadie -o sí- y sin parar a reflexionar si todas las ganaderías anunciadas tenían méritos e historia para estar anunciadas más allá del capricho de alguna figura.

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