Un respeto para los héroes de seda y oro, por ser como son y jugarse lo que se juegan por un sueño, en estos tiempos de engaños, zancadillas, subterfugios y tan faltos de valores auténticos que vivimos. Ellos son un ejemplo para todos.
No recuerdo haber visto jamás un torero tan convencido de que se tiene que jugar la vida cada tarde como Alberto López Simón. Hoy mismo, poco antes de que un toro le partiera un muslo en una cogida realmente espeluznante, me decía: “Sí, sé muy bien que en los terrenos que estoy pisando los toros me pueden dar muy fuerte, pero ese es el precio que estoy dispuesto a pagar por ser figura del toreo”. Tremendas palabras, sobre todo porque las decía muy serenamente, con absoluta humildad. Eran las palabras de alguien que piensa muy bien lo que dice y no habla a beneficio de inventario.
No era una entrevista, era un conversación amigable al hilo de las tablas, cuando apenas faltaban unos minutos para que le tocara enfrentarse a su segundo toro. Ahora, López Simón está en el lecho del dolor como un muñeco roto, pero estoy seguro que mañana o pasado, cuando vuelva a hablar con él, continuará pensando lo mismo y sin que se borre de su rostro esa sonrisa con la que parece que le pida a uno perdón por expresar en voz alta sus pensamientos. Un respeto para los héroes de seda y oro, por ser como son y jugarse lo que se juegan por un sueño, en estos tiempos de engaños, zancadillas, subterfugios y tan faltos de valores auténticos que vivimos. Ellos son un ejemplo para todos.
