La revolera

Otro petardo ganadero

Paco Mora
martes 12 de abril de 2016

Así están las cosas: Kilos y más kilos, cuernos y más cuernos cuando lo que de verdad urge es recuperar la casta y la bravura, porque un toro descastado y con cerca de seiscientos kilos no resiste ni un encuentro como Dios manda con los caballos y se queda parado o busca la huida cuando se le acaban las fuerzas.

Lo que se ha lidiado esta tarde en Sevilla no ha sido una corrida de toros sino un camión de chuletones con cuernos. Y lo siento por Borja Domecq, al que aprecio como ganadero y como persona, pero los que escribimos nos debemos sobre todo al público que nos lee, que merece que se le diga la verdad. Así como sin toros no hay corrida, sin sinceridad y verdad tampoco el periodismo tiene razón de existir.

Del estado actual de la Fiesta todos tenemos nuestra cuota de responsabilidad. Hay periodistas que llevan años pidiendo la mula Francis con dos guadañas y cuando sale el toro ágil, armónico y vareado le llaman “perritoro”. Los veterinarios y la autoridad gubernativa se tientan la ropa en los apartados y se cubren con el volumen y el peso. Y los ganaderos se aseguran de que la corrida pasará el reconocimiento cebando los toros como si fueran cochinos de granja, porque si los embarcan con el peso que corresponde a su osamenta corren el peligro de volverse al campo con ellos. Y así están las cosas. Kilos y más kilos, cuernos y más cuernos cuando lo que de verdad urge es recuperar la casta y la bravura, porque un toro descastado y con cerca de seiscientos kilos no resiste ni un encuentro como Dios manda con los caballos y se queda parado o busca la huida cuando se le acaban las fuerzas.

En esas condiciones, es imposible que un toro soporte en una plaza de primera como Sevilla una faena de treinta muletazos seguidos, que es como los tendidos se emocionan y enardecen. Y no digamos nada del peligro de desaparición del tercio de varas y lo negativo que resulta que los toreros queden inéditos con la capa. En tales circunstancias, la Fiesta ha quedado reducida a la faena de muleta, siempre y cuando el torero esté dispuesto a hacer de enfermero echando mano de la técnica más exquisita para aguantar el morlaco en pie el tiempo suficiente. Cosa cada día más difícil. La Feria de Abril de este año –con carteles y ganaderías de lujo- está resultando una buena muestra de la triste realidad que describimos, de la que todos somos culpables. ¡Basta ya de tapar las miserias de nadie! La Fiesta de los Toros es grande y hay que tratarla con grandeza. Dejémonos de emplastos y utilicemos la cirugía. No le temamos a la sangre, lo que importa es que el bisturí obedezca a una ley de amor.

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