Gran tarde de Julián López y undécima puerta grande para su palmarés de figura de época. Su faena al quinto, que tenía mucho que torear pese a su bravura, ha sido de las que sirven para catalogar a un torero en el rincón de los elegidos.
Pamplona, tierra de gente recia y sincera, se merecía la calidad de la corrida de Victoriano del Río, el magisterio y la raza de El Juli, la entrega de Padilla y la pletórica impasibilidad de López Simón. Y con esos condimentos, y el valor y el sentido de la responsabilidad de los toreros, el resultado ha sido una buena tarde de toros. Encierro completo, salvo el segundo, primero del de Velilla de San Antonio, que ha tenido sus complicaciones pero la sabiduría torera de Julián hizo de sus defectos virtud obligándole a ir por donde no quería. Que eso es el fin y al cabo la base fundamental del toreo. La espada le escamoteó un trofeo bien ganado. Gran tarde de Julián López y undécima puerta grande para su palmarés de figura de época. Su faena al quinto, que tenía mucho que torear pese a su bravura, ha sido de las que sirven para catalogar a un torero en el rincón de los elegidos. Grande El Juli. Indiscutible.
“Illa, illa, illa, Padilla maravilla” era el grito ensordecedor de las peñas cuando El Ciclón pisaba la arena. El jerezano es un ídolo para los pamplonicas, y a fe que ha respondido a tanto cariño de sus enardecidos partidarios, con una entrega que ha tenido como premio grande los aplausos de los tendidos. López Simón continúa en su línea sin una vacilación. Tanto él como Padilla han de conceder más atención a sus respectivos fundones de espadas porque a no ser por ellas hoy habrían acompañado al Juli en su salida por la puerta grande. Con otra dimensión pero con todo merecimiento.
Y hablando de dimensiones; El Juli cada día que pasa es más Don Julián, tanto por sabiduría como por valor y actitud. Nació triunfador y lo será hasta el ultimo día que se vista de luces. No puede evitarlo…
