La primera noticia sobre el posible cierre de la plaza de toros de Las Ventas para realizar obras que garanticen la seguridad del inmueble, me puso los pelos como escarpias. Pensé: ya se han salido con la suya. Y razoné -el gato escaldado del agua fría huye- que, si consiguen cerrar la primera plaza del mundo, sea con el pretexto que sea, le dan la puntilla a la fiesta de los toros.
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