En vísperas de las dos corridas consecutivas de Núñez del Cuvillo del 14 y el 15 de abril, había en Sevilla más curiosidad que morbo. La curiosidad de saber si saldrían a la par o parejas. O parejas por separado, pero distintas entre sí. O abiertas, como gustan decir los ganaderos si embarcan toros de reatas o sementales distintos. O repartidas, o dispersas. En ningún caso elegidas al buen tuntún.
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