La Revolera

A mi primate particular

Paco Mora
sábado 30 de julio de 2011

Con las nuevas tecnologías han aparecido enseguida los monicacos que desde el anonimato escriben lo que nunca se atreverían a escribir firmando con sus nombres y apellidos…

Con las nuevas tecnologías han aparecido enseguida los monicacos que desde el anonimato escriben lo que nunca se atreverían a escribir firmando con sus nombres y apellidos. Quienes acceden a ellas, y se expresan libremente con educación y respeto para quienes escribimos dando la cara y nuestra firma auténtica, merecen toda nuestra consideración. Pero a los enfermos mentales que utilizan las redes sociales para insultarnos cobardemente desde el anonimato, a esos chuflas que sólo buscan notoriedad aunque sea con nombre falso, como los insignificantes mierdecillas que son, a esos, no vale la pena ni mentarles el padre para no darles pistas. Esos tipejos no merecen disfrutar del ámbito de libertad que significan los portales de Internet. Son simples talibanes, analfabetos morales e iletrados que se esconden detrás de la esquina de la modernidad para tirar piedras hacia arriba, que siempre acabarán por caerles encima. Y me estoy refiriendo a un elemento en particular, que movido por oscuras razones de su enfermiza mente, no merecería que para él se hubiera inventado ni la letra impresa. Que así de primate luce en sus maneras de proceder.

Y ahora, le guste o no a ese tipejo, José Tomas estuvo hecho un tío el día 23 en Valencia. Y con ello no digo que su torero sea el que más valoro ni que fuera un prodigio de técnica, estética y sabiduría. No; dije hace unos días y digo ahora que se mostró como poseedor de un valor espartano. Lo diré más claro para que lo entienda mi abstruso comunicante e insultador particular. Le echó un par de cojones de los que contados toreros han podido presumir a lo largo de la historia del toreo. Lo que no quiere decir que me haya cambiado la chaqueta ni dejado de admirar en los toreros, sobre todo, su capacidad de poder con los toros y someterlos a los designios de la inteligencia del hombre, y si además lo hacen con arte ¡la releche!. Que esa es para mí la mejor versión del toreo. Pero no por ello voy a dejar de respetar al que se juega la vida en el envite sin alivios ni artimañas. Ni a dejar de criticar sus planteamientos restrictivos y escasamente competitivos, de temporadas de nueve o diez corridas en plazas toreristas en las que no se exige el toro con cuajo, pitones y trapío. ¡Ale!. Y ahora a tirarme pedradas desde el otro lado de la tapia, señor mío. Que eso lo hace usted muy bien. Cobarde y rastreramente pero muy bien.

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