Cuando las autoridades (algunas) niegan la asistencia a los toros en las proporciones que los harían viables e incluso intentan prohibirlos directamente argumentando los riesgos de infección por Covid-19 a pesar de estar al aire libre y tener numerosas puertas de acceso, como es el caso del festival del 2 de mayo en Madrid, en Barcelona se celebra estos días el torneo de tenis Conde Godó, retransmitido en directo por televisión, en el que se aprecia una gran asistencia de público, aparentemente, al menos aparentemente, por encima del 50 por ciento de aforo y, desde luego, eso es evidente, sin guardar la distancia del metro y medio que tanta frustración y ruina genera en las plazas de toros como fue el caso de la suspensión reciente de Sevilla.
Cabe suponer que las autoridades catalanas velan por la salud pública, otra cosa sería terrible teniendo en cuenta además el silencio complaciente o cómplice del resto de autoridades, lleva a la evidente conclusión de que el rigor que aplican a los toros va por barrios o comunidades, en realidad es pura intransigencia partidista o ideológica o simplemente ganas de tocarnos las narices a los aficionados. Cada día se les ve más el plumero de las intenciones. La patraña y la mentira tiene las patas muy cortas, en este caso está a un solo golpe del mando a distancia.
