La historia es “mater et magistra”. Manuel Azaña se levantó una mañana, se puso de perfil y dijo con gesto trascendente: “En el día de hoy, España ha dejado de ser católica”…
La historia es “mater et magistra”. Manuel Azaña se levantó una mañana, se puso de perfil y dijo con gesto trascendente: “En el día de hoy, España ha dejado de ser católica”. Las risas siguen resonando desde que aquel escritor sin lectores creyó apuntillar al catolicismo con su sentencia.
Ahora, tantos años después, un grupo de vividores de la política que sólo saben crear miseria y enfrentamiento entre la población civil, están a punto de imitar la prosopopeya de Azaña, esta vez a costa de la Fiesta de los Toros. Se reunirán en el Parlamento de Cataluña para prohibir las corridas de toros en su ámbito de estrafalario poder. Será el próximo día 28 del mes en curso. Se van a esforzar en resolver asunto tan trascendental en la vida y el futuro de los ciudadanos de Cataluña. No para intentar tomar medidas que palien la crisis de los parados, que son legión en la tierra de Pompeu i Fabra. Tampoco para crear puestos de trabajo, ni para recortarse los magníficos sueldos decretados por ellos mismos, ni por supuesto pata tomar medidas contra los amigos de lo ajeno que proliferan en sus filas y nos deleitan cada mañana con un gatuperio nuevo y más escandaloso que el anterior. Y eso ocurrirá dentro de pocos días en una Comunidad Autónoma presidida por un cordobés de Iznajar. Un cordobés que ha renegado de su lugar de nacimiento y el de sus ancestros. Y que para más “inri”, antes de acceder al momio y darse cuenta de que tenía alma catalana y antitaurina, era cliente asiduo de La Monumental de Barcelona. Ahora, “alea jacta est”. La suerte está echada.
