La tarde de ayer en la Maestranza creo que fue importante, al menos para mí. Volver a sentir el calor de Sevilla me da fuerzas para el compromiso que aún me queda en la feria…
La tarde de ayer en la Maestranza creo que fue importante, al menos para mí. La pena fue que no pudiera redondearla con la espada en mi segundo y que el primero tardara en echarse porque creo que hubiera cortado oreja. Pero lo mejor de ayer fue que me noté muy fresco y sobre todo que volví a sentir el calor de la afición de Sevilla, que me empujó en todo momento, y eso, de cara al compromiso que todavía me queda en la feria, imaginaros la ilusión y la fuerza que me da.
Después de la corrida cené con mi apoderado, me vine al campo a dormir y cuando me he levantado esta mañana tenía dos pisotones en los tobillos y un golpecillo en la rodilla que ha derramado un poquillo de líquido pero, por suerte, no es nada preocupante. Esas cosas nos pasan mucho a los toreros. He estado andando, en plan suave, y luego me he ido a comer con El Juli a Portugal.
Julián está muy contento, es normal, son muchos años con el deseo de abrir esa Puerta, que además la ha tenido a tiro muchas veces. Además, le ha llegado en un momento en el que me contaba que todo se disfruta todavía más. En la comida estábamos hablando que cuando la abrí yo, quieras o no tienes 18 años, te viene todo muy rápido, llegó embalada después de las puertas grandes de Madrid y Valencia… y no lo saboreas en plenitud ni lo valoras en la medida de lo que realmente es. A Julián ahora le ha llegado cuajado, maduro, como torero y como persona, y según me ha dicho las sensaciones que está viviendo son increíbles.
Hemos hablado de toros, de toreo, de cuestiones técnicas y del momento de la Fiesta, pero también nos hemos divertido bastante hablando de otros asuntos, ya me entendéis… Al fin y al cabo somos amigos y, aunque en la plaza cada uno salga a hacer su guerra y a mostrar su mejor nivel, fuera de ella nos gusta contarnos nuestras cosas, nuestros secretos. Algún día os revelaré alguno…
