Joel Bosqued, Sebastián en “Tierra de Lobos”, entregó la II Uva de Oro de Ricote a su amigo Ángel Jiménez, novillero sevillano que debutaba con picadores y al que sigue una productora holandesa haciendo un documental de muy buena pinta.
Ángel Jiménez se hizo presente en su turno de quites en el segundo novillo. Y la larga de remate fue, verdaderamente, un impacto. Qué despacio, qué ampulosa, qué sentida y templada. Ese apunte lo ratificó Ángel en su primero novillo. Con el capote primero, con el que dibujó varias verónicas de auténtica categoría. Y con la muleta después, obsesionado por torear largo, acompañando con el pecho y muñequeando para vaciar por debajo de la pala del pitón. Gran impresión con ese novillo y alguna duda con el sexto, más exigente, más durito, más utrero.
Porque la novillada de Guadalmena debía estar recién cumplida de utrera. Vareada, bonita por delante, tuvo poquita entidad. Se movió mucho toda y toda sirvió. Pero tuvo esa movilidad incansable e informal de eralote. Con ese material Pedro Marín anduvo muy resuelto, fácil y capaz. Pero su expresión y sitio necesitan de material más exigente para trasnmitir. Mientras que Conchi Ríos, atenazada con el capote, le pegó pases buenos con la mano derecha al segundo de la tarde en una faena con demasiado altibajos, y terminó agobiada, aburrida o cansada con el encastado quinto.
