La Revolera

Bendito sea Dios…

Paco Mora
sábado 17 de septiembre de 2011

De ahora en adelante si alguien me pregunta el porqué de mi afición a la Fiesta de los Toros, le contestaré: “Porque si me faltaba algo para estar seguro de que los toros son el espectáculo más bello del mundo, vi a José María Manzanares en la Plaza de Toros de Albacete el día 16 de septiembre de 2011 y quedé convencido de ello para siempre”. Aquello fue un curso completo de toreo, con carácter de recital. Dos auténticas lecciones magistrales, obra de un brujo que supo exorcizar con su arte a una plaza de toros llena hasta la bandera. Plaza que se convirtió en un  manicomio en el que hacían ostensible su entusiasmo lo mismo los de la ciudad que los del campo, los eruditos que los analfabetos, los del sol que los de la sombra, los aficicionados puristas que los villamelones. Ese fue el milagro del arte de Manzanares, que puso a  todo el mundo de acuerdo. Y es que el hijo de su señor padre, que también era cualquier cosa como torero, lo tiene todo. Tiene valor, tiene arte y tiene una figura esbelta y armoniosa que adquiere una majestuosidad incomparable cuando interpreta el toreo, y además está en posesión de una técnica depurada que le hace entender a todos los toros y manejar los engaños con un temple exquisito y con una despaciosidad que para el tiempo. Es un elegido de los dioses. 

Manzanares en la Plaza albaceteña fue la verdad y la grandeza del toreo, y su tarde frente a dos toros de  Juan Pedro- mi más ni menos que los de todas las figuras excepto JT- será recordada mientras viva uno sólo de los espectadores que abarrotaban los tendidos. Una tarde histórica. Y yo estaba allí. Bendito sea Dios que lo permitió…

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