Aromas del Sur

Bernardo Gaviño, un torero entre dos mares

Luis Rivas
lunes 20 de agosto de 2012

Gaviño fue un modelo vocacional, con el sello de lidiador andaluz, de fuerte personalidad, corazón sereno, gracia singular y longeva vida taurina, llegando a vestir el traje de luces cuando ya había cumplido los 74 años.

Un 20 de agosto del mismo año de la Constitución de 1812, veía la luz en la vecina ciudad de Puerto Real un niño, que luego se llamaría Bernardo Gaviño y Rueda (1812-1886). Con el tiempo sería un torero de enorme repercusión  y especial relevancia en la historia del toreo de España y América.

Considerado como los cantes de ida y vuelta, marchó a tierras mexicanas aportando el toreo de estética, lidia y suerte de matar. Fue un pilar importante. En aquellas tierras construyó los cimientos de las corridas de toros. Por aquel entonces, los espectáculos de toros o novillos se desarrollaban entre mojigangas y toreo bufo.

Implantó el orden y organización  el toreo moderno, tal como lo hiciera más tarde en España su paisano el chiclanero Francisco Montes Paquiro. Sin duda fue un personaje clave en la historia del toreo en México, donde le tenían auténtica veneración. Con el paso de los años los historiadores y aficionados aún le recuerdan. Tal era su fama y popularidad que consiguió los contratos en forma constante, llegando a actuar en 1853 hasta en 45 ocasiones, una verdadera hazaña en esa época, cuando los medios de comunicación y los caminos no eran lo que son hoy.

Tras unas temporadas en su país de origen, regresó para seguir actuando en diferentes ruedos de la República mexicana, donde fijó su residencia. Incluso tomó la empresa de varias plazas y alternó con diestros españoles, siendo al mismo tiempo director de lidia y maestro de muchos toreros mexicanos.

Gaviño fue un modelo vocacional, con el sello de lidiador andaluz, de fuerte personalidad, corazón sereno, gracia singular y longeva vida taurina, llegando a vestir el traje de luces cuando ya había cumplido los 74 años de edad en la ciudad de Texcoco donde vivía.

Precisamente, en esa ciudad un 31 de enero de 1886, actuó por última vez en la corrida de feria. Un toro de Ayala lo alcanzó por la espalda. Suspendido y engatillado recibió una gravísima cornada en la proximidad del ano, hacia la derecha, en la región del  hueco isquio rectal, produciendo abundante hemorragia. Gaviño se llevó la mano al sitio lesionado, no acobardándose. Con entereza de ánimo y por su pie se retiró a la enfermería. Por este percance falleció 11 días después.

Merece este torero gaditano un justo reconocimiento y darle la importancia que le corresponde, ya que es un auténtico legado en la cultura y en la historia del toreo.

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