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Contra el viento, contra el frío y contra los novillos

Redacción APLAUSOS
domingo 10 de marzo de 2024
Peñaranda abrió la puerta grande, Navalón dio un paso al frente y Donaire apuntó cosas de arte

La climatología le dio un frenazo a la apertura de la Feria de Fallas. Y en ese ambiente tres horas de novillada en tarde tan desapacible es mucha tralla. Tanta que a punto estuvo de llevarse las ilusiones de chicos y mayores que desafiaron el termómetro a riesgo de algún catarrazo. Con ese frío marcero los espíritus de la inspiración torera eligen manta, chimenea y copazo, así que no acabaron de aparecer en el ruedo donde privó la ilusión y el empeño por encima de otros perfiles.

En ese ambiente más allá del empeño de los chicos, la primera de feria se pareció como una castaña a un huevo en lo que se supone que es una tarde de toros en Valencia. La que estamos seguros acabará apareciendo ya mismo. En lo artístico queda resaltar el oficio y cuajo de Peñaranda, a punto para pruebas mayores; la decisión y firmeza de Navalón, que sigue creciendo, que es lo mejor que se le puede decir a un novillero; y no se pueden obviar los chispazos de toreo bueno de Donaire, que todavía necesita de tiempo para macerarse. Todo eso contra el frío y los novillos de Chamaco, bien presentados, aunque desparejos entre ellos, de los que se esperaba más.

Peñaranda, de Iniesta, paisano de Chicuelo II, interpretó unas chicuelinas vulgaronas de recibo a un colorado precioso, berreón y de poca entrega en los primeros compases, que aunque noble, fue a menos en el tercio final. Tiró de oficio y asiento. Ahí estuvo el secreto de su actuación. Lo más lucido lo logró sobre la mano derecha, pero lo mejor fue la entrega y la ejecución de la estocada final que acabaría poniéndole un trofeo en las manos. Fe y técnica, fue la receta.

La novillada en conjunto tuvo más fachada que fondo y a su segundo, cuarto de la tarde, corretón de salida y desentendido, le corrió la mano, amarró la embestida huidiza y el trasteo cogió cuerpo hasta que el oponente dijo hasta aquí hemos llegado. Todo el mérito para el torero. Volvió a manejar la tizona con contundencia. Está para empresas mayores. Le concedieron una oreja, la que le abría la puerta grande. Está bien, se la pidieron, pero la impresión que dejó estuvo por encima de los trofeos.

A la espera de mejor climatología arrancó la feria de Fallas

Torerísimas las verónicas de Navalón a su primero, manos bajas, pecho por delante y cintura rota para darle profundidad al lance. Ahora que tanto celebramos el toreo bonito y alado, que está muy bien o mejor que bien, viene la mar de oportuno el toreo sólido y enmacizado, que también puede ser bonito. Ayer se vio en dos, tres verónicas y una media muy enroscada del torero de Ayora. Si fuese capaz de repetirlo con frecuencia se pondría en torero caro. Arranque novilleril, de rodillas y en los medios. Quiero y quiero, y vuelvo a querer fue el espíritu de la faena. Se lo hizo a un novillo burraco, fuerte de los cuartos delanteros, con hechuras muy de Torrestrella y pelo Núñez, con más poderes que clase. Tampoco le sobró la bravura, así que cuando se vio podido entregó la cuchara y se largó del reto que le planteaba el torero. Es fácil entender que tuvo más suerte el novillo que el novillero.

En quinto lugar, saltó otro novillo desclasado al que Navalón le aplicó otro bonito arranque de faena, ahora por estatuarios, firmes y elegantes. Le dio distancia, no le agobió y aprovechó las inercias para exprimirlo. Entró a matar de manera muy particular, poco ortodoxa, pero cada cual tiene su fórmula, y mientras los mate… nada que decirle. Otro que se postula como más poderoso que artista, más técnico que distinguido, que no está mal, quite usted, nadie puede negar que en el toreo hay más alternativas a la sutileza y a las cositas y si se quiere triunfar a diario. Le concedieron una oreja, hubo petición de la segunda y también lío en la comparativa con otros trofeos concedidos con anterioridad. La vara de medir en esta plaza sigue siendo de difícil comprensión.

Se emplazó de salida el tercero. Castaño con hechuras de torete, mansón y desclasado, como sería la nota común del encierro. Topó, que no embistió, dramática diferencia para los chicos que quieren hacer el buen toreo y no andan sobrados de oficio, como es el caso de Donaire. Le faltó un puyazo y sobre todo clase, y sobró el viento, que para entonces se había empeñado en desencuadernar la tarde. Aun así, en el tramo final Donaire le robó naturales de mucha enjundia que dejaron atisbar la buena clase que atesora. Faena a más, que diría el clásico y es buen síntoma. Lo mató bien. En el sexto, otro novillo deslucido, volvió a apuntar detalles del torero que quiere y puede ser. La faena también fue a más, que es detalle que da esperanzas. Buen torero al que hay que cuidar y esperar. Sí es que sí, valdrá la pena.

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