La intervención de Victorino Martín en la Comisión de Cultura y Deporte del Senado ha sido la defensa de la Fiesta de los Toros más rotunda, valiente e inteligente que se ha hecho hasta ahora. Los políticos, acostumbrados como están a discursos repletos de palabras huecas y sin significado real, debieron alucinar en colores. No dejó Victorino ni un resquicio para la respuesta a su sólido argumentario, por parte de los profesionales de la improvisación, la mentira, la vulgaridad y el cuento. Y es que el ganadero, que también es universitario, y que como buen hombre de campo oye crecer la hierba, no había ido a la Cámara Alta a ganarse el sueldo con frases rimbombantes, arabescos y fintas para epatar al adversario, sino a hablar de algo en lo que cree y conoce en profundidad.
Resulta evidente que la Fundación Toro de Lidia acertó de pleno en la elección de su presidente. Todos los movimientos que ha hecho hasta ahora han resultado recios, equilibrados y oportunos, comenzando por la gestión ante el Ayuntamiento de Olot, encaminada a restaurar la Fiesta Brava en Cataluña, y subrayando su empeño en trabajar a fondo por defender el toreo de quienes han hecho de la tauromaquia su enemigo público número uno, aduciendo falsas y rastreras razones políticas. Y también de los que quieren hacer de España un país de hombres y mujeres agarrados a una cuerda llevando en la otra punta un perro, un mono y hasta un cocodrilo, si necesario fuera para los intereses políticos de quienes les empujan a hacer de nuestras calles y casas un parque zoológico.
No podemos dejarnos acoquinar por la clase política más inexperta, peor intencionada y marrullera de nuestra todavía joven democracia. Hombres como Victorino Martín hacen falta unos cuantos. Y no solo al toreo. El hijo del “brujo de Galapagar” debió salir del Senado a hombros…