Aquí no hay milagros. Aquí o se ha sembrado o no hay cosecha. Se ha sembrado, se ha cuidado, se ha regado, te has dejado los riñones en sentar unas bases de seriedad, con el toro como cimiento, o no hay cosecha. A esta feria de Albacete, a la que vengo hace un montón de años, a la que guardo fidelidad porque soy consciente de su importancia, se le ha tachado tantas veces de un pecado que más bien era una virtud. Que siendo una plaza de segunda, administrativamente, el público exigiera y se lidiara aquí un toro más cercano a plaza de primera que de segunda.
Pero era el toro que pedía y gustaba a la afición. Una afición fiel de la capital y de toda la provincia. Y muchos taurinos rechinaban los dientes porque encima la comparación con Murcia dolía más. En Murcia el toro era la mitad y el billete el doble; y en Albacete el toro era el doble y el dinero la mitad.
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