Categorías: Opinión

El cambio real

El cambio no es quitar a Morante o a El Juli por Roca Rey o López Simón. El cambio es que en los abonos estén Garrido, Álvaro Lorenzo, Ginés Marín, Jiménez… y los toreros que estamos viendo, que sin ser muy nuevos, aportarían más incentivo a las temporadas.

Durante los últimos seis años se ha producido una reducción de festejos próxima al 60% de promedio. Las ganaderías han acortado camadas y eliminado vacas atendiendo a este descenso de su mercado. Los toreros torean menos. Tal es así que las figuras de arriba han reducido su presencia en los carteles en un 45% respecto a los últimos seis años. Y casi toda esta disminución ha sido selectiva y cifrada en los festejos de plazas de menor categoría, los de los pueblos y ciudades pequeñas, además de rebajarse el número de corridas en las ferias de plazas de segunda.

Esta reducción no es suficiente. No lo es porque, de una parte, se ha dejado a los pueblos sin toros dirigiendo a la Tauromaquia a las ciudades. Quitar toros del medio rural significa que éste, o regresa al toro de la calle, al encierro o a la capea, o tendremos encima un problema de raíz: si ya perdimos al público de sol en las ciudades, estamos perdiendo la masa social de los pueblos. Y la gente del sol y de los pueblos es la que necesitamos socialmente para apuntalar la Tauromaquia. La estrategia animalista no es el Toro de la Vega, ese es su icono de imagen mediática: la estrategia es eliminar la Tauromaquia de los pueblos, allí donde ellos no tienen fuerza, y reducirla a las ciudades, donde ellos tiene las de ganar.

Si seguimos haciendo una Fiesta de ciudad, en la urbe es donde tenemos todas las de perder porque en ellas, hoy por hoy, las legislaciones y decisiones administrativas basadas en el llamado bienestar animal tienen una fuerza política y social superior a la nuestra. O recuperamos los pueblos, allí donde el discurso animalista se ve como antinatural y agresivo, o estaremos perdiendo la pelea. Eso es exactamente lo que pretenden: eliminar el mapa rural del toreo y que vayamos hacia la ciudad. En la urbe, la política y los ayuntamientos les es favorable.

Estamos ayudando, sin duda por falta de reflexión o análisis, a esta forma de descomponer socialmente al toreo, de arrinconarlo hacia donde somos más débiles. Hemos hablado de la renovación del escalafón de forma casi cainita: basando el cambio en sustituir a las tres o cuatro figuras de arriba por los jóvenes “emergentes”. Un cambio que no lo es. No lo es porque hoy las figuras ocupan unos 175 puestos en todo el año y lo que hay que variar son los contenidos de las seiscientas corridas del año. Y sabemos que hay unos 250 puestos ocupados por toreros no figuras, pero manejados de forma que están en todas las ferias sin tener razón o justificación para estar.

Gran parte de un paquete de facturación que no es natural ni ajustado al cambio generacional que se está pidiendo. El cambio no es quitar a Morante o a El Juli por Roca Rey o López Simón. El cambio es que en los abonos estén Garrido, Álvaro Lorenzo, Ginés Marín, Jiménez… y los toreros que estamos viendo, que sin ser muy nuevos, aportarían más incentivo a las temporadas. El cambio está en esa segunda línea que siempre existió y que, hoy, son los que más puestos ocupan en los abonos de las ferias. De nada nos sirve hablar de cambio si no somos capaces de variar la cartelería más que en dos puestos por feria.

De nada sirve entonces la temporada de Madrid si lanzamos toreros que el mercado no puede asumir, porque sus puestos naturales están ocupados. De nada sirve. Y si hiciéramos esa lectura y ese trabajo reflexivo, quizá nos iría mejor. Porque un abono anunciado donde las corridas de las no figuras fueran distintas, con toreros nuevos de posibilidades, estaríamos creando una oferta más competitiva, más creíble, más sana. Si los pueblos no dan festejos para que se rueden estos toreros y las ciudades cierran sus abonos con 250 puestos ocupados por los mismos de hace seis años, estamos haciendo una cambio insistente.

No se trata de cambiar a dos máximas figuras por otras dos máximas figuras. Ese no es el cambio, eso no cambiará nada. La reforma es el gran cambio en la base, en las corridas de abono que son el núcleo de las ferias, que se toman por los públicos como algo a soportar para poder luego ver a las figuras. Soportar no es lo mismo que desear verlas. Y el cambio ha de ser hacia el deseo de verlas.

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Carlos Ruiz Villasuso

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