Pasará mucho tiempo para que vuelvan a unirse el mar y los cielos del toreo eterno. Esos milagros, gestas o cumbres toreras suceden muy de tarde en tarde y de repente te das cuenta de lo grande que puede ser o que es este espectáculo. Dos años en el dique seco. Dos años de dolor. Dos años entre el quirófano y una cabeza y un corazón de torero imbatible. Empezó aparentando ser un torero valiente pero lejos del arte y la epopeya, muchos tuvimos hasta el poco respeto de llamarle “Ferrari” en lugar de Ferrera. Tal vez iba a demasiadas revoluciones o tal vez no vimos lo que vio Chenel -otra vez tú, Antonio- aquel día en que se doctoró en Bayona. Y triunfó y estaban allí Antonio Ordóñez, Gregorio Sánchez, no sé cuántas figuras y también Chenel. Iban de gorra, eran aquellos tiempos del premio Madrid-Biarritz y la invitación en el Palace de los sueños. Aquel día Antonio Ferrera triunfó. Aquel día, todas las figuras que le vieron coincidieron en la misma frase: “Enhorabuena, chaval, sigue con esas ganas y ese valor”.
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