BENLLOCH EN LAS PROVINCIAS
Su ultima actuación vestido de luces en Nimes para dar la alternativa a su hijo. Foto: ArjonaSu ultima actuación vestido de luces en Nimes para dar la alternativa a su hijo. Foto: Arjona

El Litri, el torero que le ganó el corazón a Valencia

José Luis Benlloch
viernes 20 de mayo de 2022
Les tenía ganados a todos, a los de la huerta y a los de la ciudad, a los que llegaban a la capital desde los llanos de Utiel y los que subían desde la Ribera, a los naranjeros de fortuna y a los duros labradores del secano, él fue el hombre que marcó un tiempo y un modo de amar a los toreros en esta tierra

“Litri circunspecto, ensimismado, con la mirada perdida en el infinito, impertérrito, apostando a… a lo que Dios quiera, fatalismo, disposición ciega… no era un hecho puntual, ni espontáneo ni mucho menos estudiado, era el retrato de un valiente que se ganó el corazón de las gentes. Con ese Litri nacido en Gandía sufrían todos, disfrutaban todos, apostaban todos”, escribí sobre el gran Litri, El Litri de los valencianos, les tenía ganados a todos, a los de la huerta y a los de la ciudad, a los que llegaban a la capital desde los llanos de Utiel y los que subían desde la Ribera, a los naranjeros de fortuna y a los duros labradores del secano, él fue el hombre que marcó un tiempo y un modo de amar a los toreros en Valencia que luego tuvo continuidad con otros grandes pero con ninguno con la intensidad ni con la devoción que se manifestó hacia el gran Litri.

A Litri se le quería porque se le quería, porque era de los suyos, en realidad era como ellos mismos, cercano, llano, ambicioso y honrado. No había otro secreto para entender la devoción de un pueblo

El corazón de Litri era el corazón de las gentes, tecleé en el ordenador con motivo del homenaje que se le rindió en Valencia en 2013. Sus envites a todo o nada, aquellas esperas angustiosas de los toros galopando contra su figura menuda y frágil era la espera de tantos y tantos hombres ante el destino de la vida. No había otro secreto para entender la devoción de un pueblo, ni reglas ni cánones ni tauromaquias alambicadas hasta la exasperación, con las que se defiende la afición más ilustrada, que frenasen aquella pasión. A Litri se le quería porque se le quería, porque era de los suyos, en realidad era como ellos mismos, cercano, llano, ambicioso y honrado, ya lo fue su hermano, el hierático Manuel que en su aparición hizo pareja por tierras valencianas con otro torero de culto, el irreductible Félix Rodríguez, dos versiones diferentes de lo que en el toreo se llama valor.

El día que Miguel descubrió a Ponce niño en Monte Picayo. Foto: Moratalla Barba

De Litri y Valencia está dicho todo, o casi todo, de todos los Litri que en el mundo han sido, de Miguel el fundador, de Manuel el temerario al que un toro le arrancó la vida en Málaga, del segundo Miguel que ahora nos ha dejado, cima de la dinastía y del otro Miguel, al que muchos llamaban por diferenciarle Miki o Miguelito, que levantó la bandera de la casa cuando empezaba a languidecer el siglo XX para demostrarle al mundo que el valor y la vergüenza torera no es privativo de ninguna clase social ni de la necesidad ni de los caprichos, uno es valiente porque es mentalmente valiente y honrado por nacencia y torero por cultura, así que el último Litri, voy a escribir penúltimo con ilusionadas esperanzas de acertar, mantuvo el pabellón de la familia bien alto, compitió con los mejores en todas las ferias, no se olvidó de Valencia, tanto que a la Gandía de sus raíces acudió a debutar con picadores y en la capital gozó de gran cartel, tanto en su etapa de novillero, debut que fue acogido con gran alborozo, como en su tiempo de matador en el que también salió en repetidas ocasiones por la puerta grande. A él se recurrió en muchos de los grandes acontecimientos, para testificar la alternativa de su amigo del alma Enrique Ponce y del posterior Vicente Barrera o para apadrinar directamente a Paco Senda o para darle brillo a la corrida homenaje a Vicente Blasco Ibáñez o para torear varios años seguidos en el día grande de San José, día reservado a la gente de la tierra. De la caballerosidad del último Litri, herencia familiar, habla bien a las claras sus recientes apariciones en los medios, siempre discreto, siempre a petición, siempre atento y siempre triunfante, cuestiones que el maestro contemplaba con indisimulado orgullo de padre.

VALOR Y AMOR

El noviazgo de los Litri y Valencia está basado en el valor pero también en el amor, una química artística y sentimental les anilló desde el principio, conceptos pasionales que no borran los tiempos. En Valencia se dio a conocer Manolillo Litri, hermano mayor del maestro hora desaparecido, y ya se quedaron unidos para siempre. Aquí se enamoró, mejor dicho en Gandía y aquí, en Gandía, en Utiel, en Xàtiva y en la capital, se prendaron de su toreo. Lo prueban las estadísticas y las declaraciones públicas del propio torero, hasta el enciclopédico Cossío recoge documentalmente de esa relación.

El noviazgo de los Litri y Valencia está basado en el valor pero también en el amor, una química artística y sentimental les anilló desde el principio, conceptos pasionales que no borran los tiempos

En el momento de brindar Litri el toro de su alternativa -sucedió en Sevilla el 28 de septiembre de 1924- se cursó el siguiente telegrama a Valencia, muy expresivo de lo que la plaza levantina representó en la carrera novilleril del nuevo matador:

“Al tomar alternativa, pienso que la hermosa región de Valencia fue para mí como una madre. Mi primer pensamiento esta tarde lo dividiré entre Huelva, mi patria, y Valencia, la gran madrina de mi afición. Para los amigos valencianos y onubenses va el brindis de mi primer toro y va también para la Virgen de los Desamparados y la de la Cinta”. Un año más tarde cayó mortalmente herido en Málaga.

SU ÚLTIMA ACTUACIÓN

Tuvo que pasar prácticamente un cuarto de siglo para que la pasión litrista volviese a hervir. Y de nuevo Valencia y Huelva son clave. Pasión felizmente ininterrumpida. Comenzó un 20 de marzo de 1949 con su presentación como novillero y duró más allá de sus retiradas de los ruedos. Todavía perdura en la memoria cuando ya muy retirado acude a uno de los primeros concursos de niños toreros como invitado especial. Si había que enseñar a los chicos qué era una figura, o más exactamente qué era un señor del toreo, había que presentarles a Litri.

Su salida a hombros de Valencia el día de su alternativa. Foto: Vidal

Su salida a hombros de Valencia el día de su alternativa. Foto: Finezas

No hubo que rogarle a Miguel ni para que viniese ni para que cogiese una muleta. Cazadora de piel, pantalones tejanos, aires juveniles, una leve curva de la felicidad, seriedad en su gesto, la misma nariz aguileña, la mirada en el infinito, muy en su papel, los genios tampoco se curan, se fue lejos, citó a la becerra, la muletilla escondida atrás, un salto para alegrarle, el ¡je, toro! de siempre y un calambrazo en los tendidos de Monte Picayo que se habían llenado para ver a Litri, faltaría más. Lo que vino a continuación fue el delirio, una explosión de pasiones, nostalgias encendidas, controversia… Ni siquiera había hecho falta la emoción del toro para encender de nuevo la mecha del litrismo. Fue en marzo de 1983 la última vez que toreó en tierras valencianas, el mismo día que descubrió a un niño mínimo, nueve años tenía, al que acogió en sus brazos. No hace falta decir que se trataba de Enrique Ponce, años después el destino quiso que un nuevo Litri, que por aquel entonces ya bregaba a escondidas contra la oposición familiar por seguir la dinastía, fuese testigo de la alternativa del niño que su padre avaló en Picayo.

SESENTA TARDES EN VALENCIA

Habían pasado más de tres décadas desde su primera comparecencia en Valencia. No fue la suya en cambio una trayectoria profesional muy larga, jugó a la perfección con los tiempos, lidia que no se lleva en la actualidad, dos años de novillero, dos años de matador, una retirada, otra retirada, en total treinta y una novilladas y treinta y cuatro corridas de toros en Valencia, las suficientes para que nunca dejaran de quererle, para que jamás los públicos dejasen de angustiarse con sus cites y sus litrazos, con su valor seco y su vergüenza torera.

En el estudio con su amigo y competidor Julio Aparicio. Foto: Cano

Y en la mente de todos está su leyenda y sus hazañas, su llegada a Valencia desde Barcelona; el impacto que causó, el emparejamiento con Julio Aparicio, al que conoció en aquel mismo tren; el milagro de convertir la Feria de Julio en feria de las novilladas; la alternativa de ambos con el sorteo de la antigüedad y los nombres en aspa; su despedida con la alternativa de Pedrés en un mano a mano que sonaba a sucesión en el corazón de las gentes aunque pronto se sabría que no había perdido ni su silla ni el trono de tal manera que sus vueltas se acogían con el mismo alborozo de siempre. Su último paseíllo vestido de luces en su plaza valenciana fue en la Feria de Julio del mítico 67, con El Cordobés y de nuevo salió triunfador al cortarle el rabo a un toro de Pío Tabernero.

No fue la suya en cambio una trayectoria profesional muy larga, jugó a la perfección con los tiempos, lidia que no se lleva en la actualidad, en total treinta y una novilladas y treinta y cuatro corridas de toros en Valencia

Y a modo de media verónica final, sólo decir que aquellas cualidades de Litri en la plaza fueron el reflejo de las cualidades de Litri en la calle. Un tipo honrado, caballeroso y hospitalario, socarrón y divertido, nada altivo, el hombre que dedicó su éxito a cultivar la amistad, su casa fue desde siempre casa abierta y su corazón lo grande que cabe suponer en quien veía galopar los toros hacia él sin inmutarse. Su hijo Miguel, “penúltimo Litri”, es digno heredero de tales virtudes. La caballerosidad de los Litri sigue vigente.

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