TAL DÍA ESTA SEMANA
Ruiz Miguel, con el de Victorino.Ruiz Miguel, con el de Victorino.

Enorme tarde de Ruiz Miguel en Las Ventas y con victorinos

Redacción APLAUSOS
lunes 31 de mayo de 2010

El 29 de mayo el torero de la Isla cortó tres orejas de la corrida del ganadero de Galapagar y se convirtió en el máximo triunfador de la Feria de San Isidro de 1980. Así narró APLAUSOS la épica tarde de Ruiz Miguel.

Jueves, 29 de mayo. Plaza de toros de Las Ventas de Madrid. Decimoséptima corrida del abono isidril. Toros de Victorino Martín, de juego diverso, encastados, con mucha fuerza y poder, según reza la crónica de José Luis Suárez-Guanes en APLAUSOS. En el cartel, Francisco Ruiz Miguel, Antonio José Galán y Tomás Campuzano. No fue la tarde de Galán, abroncado con un toro que fue premiado con la vuelta al ruedo, y Tomás Campuzano dejó buen ambiente tras cortar una oreja del que cerró plaza. Pero la tarde fue de Ruiz Miguel. Vestido de celeste y oro, paseó una oreja del que abrió plaza y dos don doble vuelta al ruedo del cuarto. Así narró Suárez Guanes la actuación del gaditano:

“La tarde nació y terminó marcada por el signo de Ruiz Miguel. El torero de la Isla de San Fernando estuvo épico. Tuvo una tarde redonda y la labor desarrollada en su segundo toro adquirió caracteres de gesta.

Aunque reconociendo sus méritos, no he sido nunca adicto de este torero, pero hoy me descubro ante él: su hacer ha estado presidido por el miedo del espectador, por la angustia, por el ‘¡ay!’ continuo, por la emoción producida por la gallardía del torero y por la maestría con la que ha sabido encauzar las embestidas de sus enemigos. Bien en los prolegómenos de su primera faena al doblarse por bajo. Aguantó la incierta acometida del rival en los redondos y sobresalió aún más en los naturales y en el remate arrogante de los de pecho. Estocada, entregándose, pero un punto baja de colocación, dieron paso a una justísima oreja. Ya con el capote, Ruiz Miguel había presentado la tarjeta de visita de su valor.

En el cuarto vino la apoteosis. Sólo en el centro del ruedo y frente a él un toro de verdad, pero que era un verdadero engendro del averno. Ruiz Miguel lo citó. Aguantó en unos redondos en los que el bicho se le quedó. En otra segunda serie aguantó todavía más y en los naturales consiguió bello acoplamiento, en el que se aunaban la entrega y el arte de lo auténtico , sin ninguna mixtificación. No vamos a analizar si en este o en tal pase el toro prendió la muleta, o si en aquel u otro muletazo hubo poca limpieza. Fue tal la bizarría, la sensación de congoja por el riesgo que el público ovacionó al de la Isla hasta enronquecer. Gritos de ‘¡Torero, torero!’ sin entrar a matar. Pinchazo, dejándose ver, del que el estoque sale rebotado y media final. Con las dos orejas llegó la apoteosis. La mejor tarde, con mucho, de Ruiz Miguel en Las Ventas, y quizá la más conseguida de su vida torera. Que aprendan las figuras”.

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