TAL DIA DE ESTA SEMANA… 3 DE FEBRERO DE 2002

Enrique Ponce, una faena para la historia de la Plaza México

Alfonso Ávila
lunes 31 de enero de 2022
El valenciano cuajó hace veinte años una de sus obras cumbres en Insurgentes; una placa en la puerta principal de la Monumental recuerda la histórica actuación

Era el decimocuarto festejo de la Temporada Grande 2001-2002 en la Plaza México. Regular entrada en La Monumental en tarde agradable con viento a partir del quinto toro. Se lidiaron ocho astados de Teófilo Gómez, bien presentados, de juego desigual, destacando por su bravura el tercero, de nombre Quinito, premiado con la vuelta al ruedo. No tuvo suerte Paco Ojeda, que confirmaba la alternativa -ceremonia que se dio de manera tardía en su carrera, puesto que contaba con veintitrés años de alternativa-, ni el mexicano Miguel Espinosa “Armillita”, ambos abucheados por el público capitalino. Mejor suerte tuvieron el tlaxcalteca Rafael Ortega, que cortó una oreja y acompañó en la salida a hombros al valenciano Enrique Ponce, que cuajó la faena de la tarde.

Tras la desilusión en los tendidos después de la lidia de los dos primeros toros, saltó a la arena el toro Quinito. Enrique Ponce lo recogió con excelentes verónicas sacándoselo a los medios y enroscar los brazos a la cintura en una preciosa media verónica. Tras recibir un puyazo, el valenciano realizó un bonito quite por  chicuelinas, rematado por una media de cartel y una fabulosa larga cordobesa, que como narró Luis Eduardo Maya Lora, en De Sol y Sombra, “fue un canto a la elegancia y uno de los trazos más bellos y rotundos jamás trazados por el torero valenciano”.

Magnífico fue el inicio de faena, con varios de los mejores doblones que Enrique Ponce haya instrumentado en su vida e igualmente uno de los cambios de mano, genuflexo, perfecto por templado y por lo inacabablemente artista, que más se recuerdan, fue por el pitón derecho. La faena es grande y se eleva progresivamente puesto que Enrique Ponce se encontró con la posibilidad de desplegar su poder a partir del arte. Andrés Amorós lo relató así: “Enrique lo brinda al público y, desde el principio, lo cuaja plenamente: series de muchos muletazos, muy suaves, rematados por larguísimos pases de pecho. Cita con la muleta plegada y consigue circulares completos entre gritos de ¡torero, torero! El público mexicano, tan apasionado, se ha entregado por completo”.

Por su parte, Lily Colin escribió en Aplausos: “Con la muleta le dio largo por abajo a su muy peculiar estilo, puso al público en pie al torear por ambos lados con temple, verticalidad, largueza y una naturalidad y buen gusto fuera de serie. Se adornó a dos manos por bajo, abaniqueó y al final del trasteo instrumentó pases de trinchera y el molinete invertido”. Pinchazo arriba, media estocada en lo alto, rodó sin puntilla. Dos orejas y vuelta al toro.

Los titulares de la prensa mexicana ensalzaron el acontecimiento. Así, Francisco Arreondo: “Enloqueció a la México”; Enrique Guarner: “Con la faena a Quinito, Ponce se abre al infinito”; Guillermo Leal: “Ponce detiene el tiempo. Sublime actuación”; Raymundo Vázquez: “Enrique Ponce bordó el toreo”.

En la puerta principal de la plaza, una placa conmemora esta histórica faena (es el único diestro español que lo ha conseguido), cita Andrés Amorós en el libro Enrique Ponce, un torero para la historia.

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