La pincelada del director

Felices, legales y mirándonos el ombligo

José Luis Benlloch
lunes 11 de noviembre de 2013

Ha sido una semana bonita. Noticiable. Al fin y a la postre nunca en la historia de este país, en realidad en ninguno del mundo mundial, se dio el caso que en las cámaras de la más alta representación se pronunciasen de una manera tan concreta y directa en favor de la Tauromaquia. Así que el júbilo con el que se ha acogido la declaración de la Tauromaquia como Patrimonio Cultural y la posterior aprobación por el Consejo de Ministros de un anteproyecto de la Ley de Protección del Patrimonio Cultural Inmaterial, está altamente justificado. Que al éxito le hayan salido mil padres también es reacción natural y propia de la condición española. Pero sin querer ser agorero, ni interrumpir ese estado de felicidad que parece que se haya instalado en el toreo, necesidad de cariño seguramente, nada de ello supone la salvación del toreo. Suponerlo o creerlo sería como ahogarse cuando se ha alcanzado la orilla. El nuevo estatus legal del toreo es una excelente herramienta de defensa, cabría decir un arma necesaria cuando se desarrolle, pero hay que hacerla valer y hay que laborar en cuestiones más prosaicas, más terrenales, más de campo -habría que decir también de despacho- y de día a día. Otra cosa supondría el cierre ahora que tan de moda están, ahogarse en la orilla, eso sí, felices, legales y mirándonos el ombligo.

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