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Hay que reformar los palcos

Alejandro Talavante ha estado soberbio en el quinto toro de la tarde, derramando arte por los cuatro costados y patentizando el gran momento en que se encuentra, ante el entusiasmo del público y la impasibilidad del presidente.

Debería suprimirse la concesión de trofeos. Ni orejas ni rabos que dependan del criterio de los señores que dictan desde el palco presidencial. El público paga y debe ser soberano, y si obliga al torero con sus aplausos a dar una vuelta al ruedo equivaldría a la actual oreja, dos vueltas al ruedo dos orejas y tres un rabo. Y los presidentes que se ocupen solo del orden del espectáculo, según el Reglamento.

Porque la mayoría de ellos están actuando, por falta de conocimientos o por mala “milk”, de manera arbitraria. Hoy en Zaragoza el “usía” le ha robado una puerta grande a Talavante, totalmente merecida a juicio de la mayoría abrumadora del público que abarrotaba los tendidos de la plaza de Pignatelli. Alejandro Talavante ha estado soberbio en el quinto toro de la tarde, derramando arte por los cuatro costados y patentizando el gran momento en que se encuentra, ante el entusiasmo del público y la impasibilidad del presidente. Si el respetable ha tenido que premiar con sus prolongados y unánimes aplausos la sensacional faena, ¿qué falta hacía encaramado en la mejor entrada de la plaza un árbitro que no sabe tocar el pito? Quizás vaya siendo hora de que los aficionados clamemos por la desaparición de los dictadores de los palcos presidenciales en nuestras plazas de toros. Lo de López Simón es una nota que ha surgido milagrosamente en el pentagrama de la Tauromaquia. Es la nota de la Verdad con mayúscula, que por inusual sorprende y conmociona. Y hoy en Zaragoza también ha estallado el tsunami López Simón, rompiendo todas las costuras de la emotividad con la magia de su temple. Y eso lo ha conseguido pisando terrenos inverosímiles y con una quietud aterradora y un temple exquisito. El de Barajas ha demostrado, una vez más, que todos los toros sirven a condición de tener valor para pisarles los terrenos que les eran propios antes del advenimiento de Juan Belmonte.

López Simón ha convertido en axioma que no hay nada más revolucionario que la verdad. Pero esa verdad que de tan autentica pone el vello de punta a cualquier espectador, aunque no entienda ni papa de las cosas del toreo. Corolario: Urge subir a los palcos a aficionados y profesionales de reconocido prestigio. Los elementos ajenos a la religión taurómaca, no hacen más que entorpecer el desarrollo del espectáculo.

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Hay que reformar los palcos

Paco Mora

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