La pincelada del director

Hubiese sido como jugar al póquer y…

José Luis Benlloch
domingo 06 de julio de 2014

Como en Toledo. Se celebró una gran faena de Ponce en Burgos. Eso cantaban portales y diarios. Euforia en los aficionados. Contención en la presidencia. Sólo una oreja. No lo consideren rigor, es más bien falta de criterio si nos atenemos a incontinencias anteriores. No pasa el tiempo, o eso parece, para el de Chiva que acumula partidarios recién llegados desde la otra parte de su frontera artística. Esa es la novedad. Muchos que le negaron, le enaltecen ahora sin rubor. Veleidades de salón. El fenómeno tiene lecturas múltiples. La primera y principal va al saldo positivo del maestro. Veinticinco años después tiene una capacidad de seducción de la que se llegó a dudar años atrás. Otra lectura señala a muchos de los que le negaron el pan y la sal sin argumentos sostenibles. ¡Veletas! La cuestión no tiene más relieve que el que se puede desprender del juego pasional y el toreo o es pasión o le falta la esencia. Al final ya saben guitarra del mesón que un día suena jota y otro petenera según quien llegue y taña… palabra de Machado. Pues eso. Nada extraño, al contrario, real como la vida misma. El caso es que Ponce recupera territorios y reconocimientos, este año incluso antes de llegar su mes de agosto. Sucedió en Burgos donde los entre bastidores darían para una novela de suspense. Dejémoslo en suspense. Ayuntamiento, empresa, ma­ta­dores… todo parecía pender a diario de un hilo. Salvo los aficionados, nadie tiene derecho a la queja, todos saben dónde está Burgos y van porque quieren.

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