INVIERNOS DE CAMPO (I)
Jupío, en sus tiempos de reproductor. Foto: ArjonaJupío, en sus tiempos de reproductor. Foto: Arjona

Jupío, el mejor pitón izquierdo de Fuente Ymbro

José Luis Benlloch
lunes 13 de febrero de 2023
“Inviernos de Campo” es una nueva sección que pretende recoger vivencias, anécdotas e historias de chimenea y nostalgia que, sin rehuir la actualidad, componente imprescindible en el periodismo, apueste por la serenidad y aparque la acritud que tanto distorsiona, si hay que explicitarlo más digamos que la tertulia y la proximidad privará sobre Twitter.

Intentará rescatar viejas experiencias que puedan servir de referencia y también abrir la ventana a los nuevos modos de los que nadie puede escapar a riesgo de auto marginarse. En la sección cabrán todos, figuras consagradas, alevines soñadores, leyendas de referencia, toreros en la resistencia, aficionados de postín, ganaderos de arriba y de abajo, los que están en las ferias y los que se sacrifican por estar, y naturalmente empresarios, sin empresarios no hay camino. Y el campo como escenario obligado: las becerras de nota, el semental salva ganaderías, el secreto de los buenos pastos, los tratos que hicieron historia y hasta los que no se cumplieron, la chimenea, la buena mesa, el trago justo… y mucho hablar, desde siempre hablando se entendió (y se educó) la gente.  

CAPÍTULO I

En la vaguada de debajo de la plaza, compartiendo cercado con las becerras recién destetadas, recibe tratos especiales Jupío, diecisiete años y liberado ya de sus obligaciones reproductoras. Es hijo de Idealista, un toro que indultó Fernando Cruz en la francesa Garlin. Al decir del ganadero este Jupío es el mejor pitón izquierdo de la historia de Fuente Ymbro y padre de seis sementales. Y por si eso fuese poco mérito para mantenerlo en los altares de la casa hay que añadir a su hoja de servicios que en sus labores de semental macheaba generosamente, es decir, daba muchos más machos que hembras, con lo que eso supone para la economía de una ganadería. Se tentó en casa y lo disfrutó Miguel Ángel Perera y desde entonces cada vez que se lidia uno de sus descendientes, Gallardo, a modo de garantía y esperanza, te dice ese viene de Jupío o hoy hay tantos jupíos…

Jupío camina despacioso como corresponde a los sementales en tiempos de reserva. Su estampa desprende nobleza. Su largo cuello descolgado -parece meditar viejas glorias-, los ijares metidos y las caderas huesudas y muy pronunciadas denotan la edad. Es el orgullo de la casa. Que se muera de viejo, concluyen todos cuando preguntas, se lo merece, es su privilegio de respeto y mérito.

Las lluvias torrenciales, benditas lluvias habría que apuntar por mucho que en ocasiones te embarren los zapatos de urbanita y te dejen varado en el cuatroporcuatro, fueron las protagonistas de los últimos días. El caso es que esa agua clara ha empujado la hierba hacia los cielos. Ella es la esperanza en cualquier rincón que huela a bravo, hierba fresca que ahorre piensos y alivie las carteras maltrechas de los ganaderos. Hoy hace una rasca considerable. Han desaparecido las nubes, pero al sol, todavía tierno, no le alcanza para aliviar los músculos del personal, sabido es que en los días claros se crece el frío, frío resplandeciente en este caso, pero frío del que hace volar bajo a los grajos y te acuchilla los músculos. Estamos en Los Romerales, sede de los fuenteymbros, lo que equivale a decir de Ricardo Gallardo, el hombre que les ha dado carácter, en terminología actual diría que ha customizado los domecq a su estilo y semejanza, bravura y nobleza al margen de los gustos ajenos: a los que les gusten que les gusten, me alegro, y a los que no… a los que no… no pasa ná, apunta el ganadero cuando le preguntas por los aprecios ajenos.

Hoy hay tentadero. No es noticia, en Los Romerales hubo tiempos no muy lejanos en los que había tentadero por la mañana, por la tarde y hasta por la noche, más de sesenta tientas llegaban a organizarse cada temporada. Eran en los tiempos en los que Gallardo había juntado entre Los Romerales y La Saucedilla por encima de las seiscientas vacas, hato que hoy día ha reducido a poco más de cuatrocientas, aunque si le preguntas costará lo suyo que te diga cuántas, ya se sabe lo reservados que son los hombres de campo y Gallardo cuando se mete en Los Romerales lo es tanto como el primero. Cuelga la chaqueta de ejecutivo, aparca las cábalas sobre fletes y divisas, se cala el alancha, se mete en el palco y “Venga, dale, Alfonso, la siento catorse” y comienza el tentadero; o se monta a caballo y se pone a repasar las corridas y entre los dos, entre Alfonso y él, te distinguen a cientos de metros el número y el destino de cada toro, si se ha peleado esa noche, si ha ganado o si se ha quedado atrás los últimos días y desiguala la corrida y hay que cambiarle el destino.

Para reafirmar el momento de Perera y ajustarle los pulsos Ricardo Gallardo le subió el grado de dificultad. Toro de carácter y torero de carácter se entendieron en una apuesta que fue mucho más allá de lo que cabe suponer que se apuesta en el campo

Los coches de invitados, también los de los amigos de los invitados, los de los aficionados -antes, cuando llegaban a golpe de alpargata, les llamábamos maletillas- que indefectiblemente aparecen a la hora en punto a ver si pueden limpiar un manojo de muletazos, y los de los curiosos que pasaban por allí, han visto movimiento y se dejan caer -casualidad de casualidades- y van aparcando en el entorno de la plaza. No hace tanto podías distinguir en esos parkings improvisados si había llegado la figura o directamente si había o no figura, hoy día cuesta más y no porque las figuras sean más recatadas en la ostentación automovilística sino porque tanto los amigos de la casa como los amigos de los aficionados y la gente que pasaba por allí suelen lucir autos de figura.

El tentadero del día tuvo historia para tertulear largo y tendido, por lo que pasó y por lo que puede pasar a no mucho tardar visto lo que se vio. Perera, en una temporada que se me antoja de reivindicación de lo que hizo la anterior y no le reconocieron del todo, anda rearmándose como se pudo comprobar. Los bravos no se rinden, sería el titular. A una vaca utrera con volumen y movimientos de novillo le salió de rodillas en un arranque electrizante de emoción y torería, uno de esos momentos de inspiración que prenden una plaza. Aunque ya se sabe que entre el directo y lo grabado, entre lo que te cuentan y lo que ves, hay un mundo de emociones, vale la pena ver las imágenes. Todo seguido, para reafirmar el momento de su torero, nadie duda que Perera es de los preferidos de Gallardo, y ajustarle los pulsos el ganadero le subió el grado de dificultad. El resultado fue más que satisfactorio. Un toro hecho para un torero hecho, toro de carácter y torero de carácter se entendieron en una apuesta que fue mucho más allá de lo que cabe suponer que se apuesta en el campo. Pijotero se llamaba el toro, por encima de los quinientos kilos, sobrero de Madrid, naturalmente su aparición llenó de toro la plaza de tientas. Embistió fuerte, lo toreó templado, incluido un quite despacioso, muy despacioso y muy derecho por gaoneras que recordó mucho a otro que hizo con medio capote en Sevilla, que personal y crítica encelados con otros modos y nombres del momento no pusieron en valor. Ese, me digo, debe ser el camino de la remontada o de la reinvención pererista, un añadido de calidad, un chorreón de novedad a lo sabido, a los cojonazos, a la muleta arrastrada, al súper dominio… cuestiones a las que no se debe renunciar, al fin y a la postre ese es su tesoro, lo que le trajo hasta aquí, pero si es obligado evolucionar, hasta las marcas más internacionales y los maestros de la comunicación y el marketing todos los años ofrecen novedades palpables, renovarse o… mejorar o… Lo escribí al salir del tentadero y pocos días después en Valdemorillo se vieron muchos detalles que se me antojaron parte de la reedición pererista.

Jupío, en la actualidad.

En el mismo tentadero hubo cuestiones para soñar. Las buenas maneras de un retoño de los Zulueta, los alguaciles de la Maestranza, que pocos días después cortó un rabo en la novillada de La Puebla del Río y un maño, Aarón Palacio, que se puso delante del toro cuando acabó Perera con la tranquilidad de los que tienen valor, que es lo más difícil de medir porque las formas se ven rápido, pero el valor…. Veías al chiquillo tan menudo y tan sereno delante de aquella mole atendiendo todas las indicaciones que le hacían y te decías ¡que sueñe Zaragoza! Pero eso será tema para otro capítulo.

Y ahora a buscar la lumbre y el cafelito reparador. Camino de la casa, en un cercado bien a la vista, las joyas hay que controlarlas, estaba la corrida reseñada para Pamplona, ocho toros para lo que manden. En cuanto nos avistaron se plantaron en batería como para que les retratasen: presumidos parecen, chulos también. El sol en retirada aún les arrancaba lustre a los lomos bien cubiertos, una belleza, en realidad ocho bellezas… Bellezas amenazantes, armónicas y granadas anatomías, variedad de pelos, generosidad en el armamento córneo… ¡Quién se pondrá delante!

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