La Espina

La ubre inagotable del toreo

Paco Mora
viernes 24 de junio de 2011

Tiene razón Juan Serrano Pineda. Lo viene diciendo hace muchos años. Hay una baraja de toreros magníficos, que con el traje de luces y en la arena son unos tíos…

Tiene razón Juan Serrano Pineda. Lo viene diciendo hace muchos años. Hay una baraja de toreros magníficos, que con el traje de luces y en la arena son unos tíos con toda la barba, pero que de paisano en los despachos carecen de la personalidad necesaria para defender los intereses y la dignidad de todos -y digo todos- los que mantienen en pie la Fiesta Nacional. Las ferias del verano peligroso -y vuelvo a recurrir al término acuñado por Ernesto Hemingway- no se pueden confeccionar solo con los “siete magníficos”. Con ellos solamente, no se podrían celebrar los cientos de corridas que se organizan cada temporada. Las figuras imponen sus intereses, con la fuerza que les da el tirón taquillero que tienen bien ganado ante los toros, pero miran para otro lado ante las mil y una trapacerías de que son víctimas los que no disfrutan de su privilegiada situación, utilizados como carne de cañón a cambio de sueldos irrisorios, en un viaje a ninguna parte en el que pierden lo mejor de su juventud.

La necesidad de torear como sea, donde sea y lo que sea, para dar salida a su afición, hace de los toreros mal llamados modestos presa fácil de la avaricia y la falta de escrúpulos de los empresarios que mucho antes de perder las llaves de los toriles ya perdieron el sentido de la decencia. Toreros que, por culpa de tantos logreros como pululan por el universo mundo taurino, más que víctimas del toro grande y el billete pequeño, son compañeros irredentos del toro imposible y del dinero inexistente.

Ya puede Finito de Córdoba romper lanzas a favor de la racionalidad de la Fiesta y del respeto que merecen los hombres que se visten de luces, mientras los que sólo emplean su fuerza para defender “lo suyo” sigan con su egoísmo a cuestas.

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