BENLLOCH EN LAS PROVINCIAS

Luque y Morante encienden las pasiones

José Luis Benlloch
domingo 01 de mayo de 2022
La Feria de Abril vuelve por sus fueros: el ambiente es el propio de los mejores tiempos de esta Sevilla, como si lo de la pandemia fuese un mal sueño y las cifras de la economía del país estuviesen justo enfrente de donde están

La Feria, ya se sabe que en abril no hay más feria que la de Sevilla hayan encendido los farolillos o todavía anden preparando la noche del pescaíto, ha comenzado a acumular noticias y protagonistas de los que se acaban contando y cantando por todo el planeta toro y más allá. La primera, la Puerta del Príncipe de Daniel Luque, debe contarse en clave de renacimiento, se esperaba, lo de Valencia fue un aviso, pero no por ello se ha celebrado con menos alborozo; la segunda tampoco debe considerarse sorpresa, una excelente faena de José María Manzanares en su Sevilla, que confirma que hay un Manzana antes de las lesiones y otro desde que los galenos pusieron cada hueso en su sitio y le ahorraron dolores; otra de las noticias sí tiene su punto de sorpresa, la cicatería con Morante, apenas una ovación, a la hora de valorarle una preciosa faena y la desgana/mosqueo de este en su segundo como no se recordaba en estos sus últimos tiempos en los que su inspiración (también su voluntarismo) surgía con una frecuencia sospechosa (incluso preocupante) teniendo en cuenta que lo diario deja de ser extraordinario. No me gustó que le silbasen poco, a los grandes hay que abroncarles a lo grande, por ahora es lo que le falta a este Morante, una bronca de las que juntan el cielo y la tierra, que seguramente llegará como le sigan ninguneando.    

Otra de las grandes noticias, especialmente feliz, es el ambiente, el propio de los mejores tiempos de esta Sevilla, como si lo de la pandemia fuese un mal sueño y las cifras de la economía del país estuviesen justo enfrente de donde están. Volvieron las apreturas a la Maestranza, desaparecieron las mascarillas pese a las recomendaciones, aparecieron los guiris (franceses y mejicanos acaudalados se llevan la palma), subieron las tarifas en los restaurantes, reaparecieron las gitanas leyendo la buena ventura y, a la vera de la Puerta del Príncipe, los puestos de venta de almohadillas la tarde de Morante se pusieron por las nubes, que si gana uno debemos ganar todos te dicen… es la Sevilla pícara y seductora a la que felizmente no le pueden los años donde se mezclan banqueros, hacendados, tunantes, gente del cuché y la tele con ciudadanos varios, todos, es obligado, vestidos con intenciones de lo más elegantes. Es Sevilla, es primavera, es ley.

Y esto apenas ha hecho que comenzar, que en la semana de farolillos vuelve Morante, Manzanares, Juli, Aguado y Ortega, que son los nuevos amores de Sevilla, el mismo Luque del que me cuentan en fuentes creíbles que ya ha comenzado a influir en la taquilla, aparecerán los miuras, seis nada menos para Escribano, lo que no deja de ser una locura, pero ya se sabe que los toreros deben tener algo de locos para revestirse de héroes y enarbolar la bandera de los valores y más en tiempos del sanchismo. Y no hay que olvidar que mañana llega Rufo, el último, penúltimo, alumbramiento torero, un castellano en Sevilla, detalle que en otros tiempos no era cuestión menor ni favorecedora.

Lo mejor de la faena de Luque fue la solidez, el mérito, la verdad, su toreo además de bonito fue consistente y argumentado, no hubo favor ni regalo en ningún momento, ni por parte del público ni mucho menos de los toros, al punto que el primero lo cogió para matarle y le dejó a modo de advertencia -¡a este precio está la gloria!- dos costurones morados, con perdón, que le cruzaban el pecho. Y claro la salida en hombros fue una procesión en la que banqueros, hacendados, tunantes, gente del cuché y la tele además de ciudadanos varios rendían honores a la verdad.

José María, que no hay que olvidar que es un sevillano de Alicante, mezcló elegancia con poder, dicen (hay gente p’ató) que toreó ligero como si a los toros que embisten ligeros se les pudiese torear despacio. Se olvidan de que el temple es acompasamiento a la velocidad del toro para ir reduciéndolo, que es lo que ocurrió, por eso las primeras series fueron más vibrantes y las postreras más solemnes, más despaciosas y por eso la Maestranza en su gran mayoría clamó atronadoras ovaciones antes de que los exquisitos tuviesen tiempo a montar la contra crónica, que también tiene su aquel. Y ahora sigue la feria, la de Abril, claro.

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