REPORTAJE

Manolo González, en el recuerdo de un artista

José Luis Benlloch
viernes 26 de mayo de 2023
Bailarín y Capuchino, de Sevilla a Madrid, dos toros y una leyenda

Días de conmemoración. Se cumplen setenta y cinco años de una de las mayores explosiones del toreo. Manolo González Cabello, valor y gracia cuenta la historia. El orden real nadie supo nunca cuál fue, pongan gracia y valor si lo prefieren. Sevilla y Madrid, alternativa y confirmación en apenas una semana de diferencia, para qué esperar más, los genios no necesitan de cocciones lentas ni grandes planes, un día, en realidad en dos buenos días, el maestro de la calle Sol dijo todo lo necesario para empoderarse en el toreo. Una copa de fino en la Maestranza, tazas de tila en Las Ventas. Veintisiete de mayo de 1948, día de solemnidades mayores, el Corpus Cristi en la catedral y toros en la Maestranza, procesión y paseíllo. Cada cosa con su rango, que nadie se ofenda. Claro que Pepe Luis y Manolo González en tarde de alternativa, también tiene su grado devocional y aquel día, como tantos otros, elevaron a Sevilla a lo más alto de los altares (paganos) del toreo (dos orejas por coleta).

Una semana más tarde la cita es en Madrid, de nuevo la sevillanía, esta vez Antonio Bienvenida (siendo tu tierra Caracas, siendo tú venezolano… pero olía a Sevilla) y Pepín Martín Vázquez en la confirmación del nuevo matador. De la primera tarde queda el recuerdo de la faena al toro Bailarín de Clemente Tassara, de la segunda una de las faenas más rotundas y emocionantes que se recuerdan, leyenda sobre leyenda, esta vez al toro Capuchino de Graciliano. Cuentan quienes le vieron que después de un quite por chicuelinas el nuevo matador tuvo que apartar con el pie los sombreros que le habían lanzado para hacer sitio y poder comenzar la faena de muleta. Seguramente fuese una exageración, posiblemente, pero los sombreros estaban, hay testimonios gráficos y no deja de ser una historia bonita.

El maestro años después, retirado de los ruedos y ya ganadero de lujo con sus núñez, contaba en Aplausos que estuvo tres años de novillero con buenas tardes, pero sin conseguir romper del todo y se extendía en lo que supuso su lanzamiento que ahora se celebra: “El día del Corpus de 1948 Pepe Luis me dio la alternativa en Sevilla, y los dos esa tarde entusiasmamos a la afición. La verdad es que yo sólo tenía hecha esa corrida y la de la confirmación a la semana siguiente en Madrid. Alterné en Las Ventas con Antonio Bienvenida y Pepín Martín Vázquez; los dos estuvieron superiores. Fue de las veces que mejor vi a Pepín. Como no tenía hechas corridas salí a darlo todo y me tocó ese graciliano, de nombre Capuchino, que es el toro de mayor fiereza de cuantos yo he visto lidiar”. Y ahondando en aquel histórico encuentro, manifestaba: “Sólo se le podía dominar jugándotela en cada pase. La emoción que a mí y al público le produjo aquella faena es algo que yo no sé explicar. Fue tan real aquel triunfo mío que aquella noche me firmó don Emilio Fernández las sesenta y tantas corridas de toros que toreé aquel año de 1948”.

Lo que vino después no desmereció en nada aquel explosivo arranque. Cuatro temporadas en plenitud por todos los ruedos de España y América y retirada, otra vez la brevedad. Volvió a los ruedos dos años después en una aparición fulgurante y más corta de lo que se pensó que podía ser: “Cuando regresé de México en 1953 decidí retirarme y luego sólo toreé un puñaíto de corridas en 1960 y 1961. Fui un torero de mayor intensidad que extensión en el tiempo. Debí estar más años, pero en aquel 1953 me sentí aburrido y con poca ilusión y lo dejé”.

Desde aquel día del Corpus sevillano del que ahora se cumplen setenta y cinco años, la leyenda no ha hecho más que crecer y crecer. Como torero, como ganadero, como apoderado, sí, también como apoderado. Si a él le encumbró Capuchino, dos toros suyos, Clarín y Facultades, encumbraron a Manzanares y a Espartaco en Madrid y en Sevilla, respectivamente. Curiosamente, ambos terminaron siendo apoderados por el propio maestro.

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