LA REVOLERA

Mi balance fallero

Paco Mora
lunes 28 de marzo de 2011

Cuadro de honor de distinta dimensión para las corridas de Fuente Ymbro y Pedro Moya “Niño de la Capea”. Orla para sendos toros de Victoriano del Río, Alcurrucén, Núñez del Cuvillo y Jandilla…

Cuadro de honor de distinta dimensión para las corridas de Fuente Ymbro y Pedro Moya “Niño de la Capea”. Orla para sendos toros de Victoriano del Río, Alcurrucén, Núñez del Cuvillo y Jandilla. Los de Adolfo salvaron los muebles con la envergadura y descaro de los pitones, pero de fuerza y casta lo justo. Todo lo demás, en lo que a toros respecta, mantequilla y pan pringao. Que en una Feria de Fallas salgan catorce o quince toros encastados es poca cosa. Repito lo que he venido diciendo estos últimos días: aunque pasemos a Cultura -que bien está lo que está bien- no es suficiente.

¿Dónde están aquellos toros de las décadas de los sesenta y los setenta, con menos años y menos peso, sí, pero que salían queriéndose comer la muleta? Por abajo o por arriba, pero moviéndose como demonios y dándole una emoción al espectáculo que ahora brilla por su ausencia. Los ganaderos son los mismos que entonces, o sus hijos. ¿Cuál es la causa de que ahora les salgan los toros bobalicones, con menos fuerza que una gaseosa y sin la casta de aquellos tiempos? ¿Dónde quedaron aquellas corridas que se saldaban con seis u ocho orejas y algún que otro rabo, y que propiciaban los corrillos a la salida de las plazas para comentar las gestas de los matadores?

Algunos le echan la culpa a la consanguinidad, pero los de Ricardo Gallardo vienen también de Domecq y se comen las piedras. ¿No será que de tanto criar los toros al gusto de las figuras los han dejado que ni chicha ni limoná? ¿No será que la industrialización es enemiga de la crianza del toro bravo, que debe ser pura artesanía? Investiguen, estudien, analicen… Porque por este camino, la Fiesta no necesita enemigos externos.

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