La revolera

Mucha nobleza y poca casta

Paco Mora
sábado 24 de marzo de 2012

Nobleza a borbotones y casta con cuentagotas, fue la característica de la última corrida de este ciclo fallero que finalizó con una puerta grande para El Cid, que exprimió dos nobilísimos toros del Capea..

Nobleza a borbotones y casta con cuentagotas, fue la característica de la última corrida de este ciclo fallero que finalizó con una puerta grande para El Cid, que exprimió dos nobilísimos toros del Capea que con un poco más de casta hubieran podido ser los toros de la feria. En competencia con el segundo y el quinto de Fuente Ymbro de ayer y algunos de Alcurrucén y hasta uno de Valdefresno, que para gustos están los colores. Si hubieran podido votar, seguro que los aficionados poco amigos de los sobresaltos hubieran echado su papeleta en favor de los “murubes”, aunque los partidarios de la emoción se habrían decantado por los del rincón de Cádiz, sobre todo por Escribano que se comía la muleta por abajo y se revolvía en un ladrillo.

El Cid toreó al natural a su primer toro con la profundidad y el ritmo que torea El Cid. Fue un concierto de toreo de “calité”, porque a ese tipo de toro o se le torea como los ángeles o deja al más pintado con el antifonario al aire. Manuel Jesús hizo honor a la nobleza superlativa de sus dos colaboradores, que no enemigos, porque los dos de su lote, sobre todo el primero, buscaban la caricia del matador incluso después de la estocada en el hoyo de las agujas, de tal manera que inspiraban ternura.

Enrique Ponce a punto estuvo de que se le fuera la tarde empalagado de tanta dulzura. Suerte del cuarto, que en sus manos hasta tuvo momentos de cierta acometividad que aprovechó Enrique para dar un curso de tauromaquia y meter el gol del honor ante su público (oreja). No en vano había brindado a Soldado, el magnífico jugador del Valencia.

Daniel Luque lo intento todo pero lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. Y no sería por falta de ganas desde que se abrió de capote en el tercero de la tarde. Pedro Moya tiene la ganadería más noble del campo bravo español. ¡Ay si consiguiera inocularles un puntito de picante!

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