Adelante a toda máquina. 2019 va cogiendo velocidad de crucero tras las primeras curvas, polémicas y demás oleajes, en realidad nada que no sea fruta del tiempo. Fumata blanca en Sevilla, un lujo de feria, hay que reconocerlo, figuras sobre figuras y más figuras, para muchos excesivas figuras, pero es que nunca estamos contentos con nada. A mí, si me preguntan, ese Abril más allá de que caiga en mayo, será eso, tiene algún lapsus de los que no deberían suceder. No entiendo la ausencia de Ponce, tan reinventado que parece inédito a los treinta años de matador, tan puntual en la Maestranza en los momentos de mar embravecida y ahora tan poco reconocido una vez llegada la calma ¡de desagradecidos está empedrado el cielo o habría que decir el averno! Otro lapsus, este es pura pena personal y de doctrina taurina, por la ausencia de Curro Díaz, no habría que olvidar que hay toreros que siempre deberían tener sitio como referente o como antídoto contra la vulgarización que nos acecha. Y más allá de Serva la Bari, en la capital, parió el bombo. San Isidro más cerca, hubo sorpresa y hubo continuidad para los que no hubiese hecho falta el bombo, pero el azar tiene esos caprichos, que igual trae sorpresas que antisorpresas. Convengamos que pudo ser mejor pero ese Roca Rey versus Adolfo vale por todas las polémicas y aplaca cualquier decepción. En el mayo madrileño, como en Sevilla, duele y se echan a faltar, salvo la genialidad de un golpe de timón final que lo remedie -¿para qué se inventó Vista Alegre?…-, los nombres de grandes como Juli o Manzanares y el mismísimo Morante, que con el derecho de la libre elección como bandera decidieron quedarse en el muelle viendo zarpar el Titanic isidril. Lo mejor es que esos tienen capacidad para remontar cualquier error.
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